PEÑA NIETO, EL BULLY.


Por Álvaro López
El Cerebro Habla.

¿Qué se necesita para que las instituciones funcionen bien y cumplan cabalmente su papel?

Primero: deben de ser fuertes, sólidas, eficaces, y sobre todo, deben de ser incorruptibles. 

Segundo: Nadie debe ponerse por encima de ellas y nadie debe de usarlas para servir a sus propios intereses. Sus competencias y atribuciones están potenciadas, y a la vez, restringidas por las leyes. 

Tercero: deben de estar sujetas a la rendición de cuentas. Deben de ser transparentes y también deben ser objeto de crítica para que con base en ésta, puedan renovarse y mejorar.

Dicho esto. Peña Nieto lamenta que se haga “bullying a las instituciones” porque no se reconoce los supuestos avances que se han logrado.

Pero los ciudadanos no están obligados a aplaudir dichos avances, cualesquiera que esos sean. Más bien, entregar buenos resultados es obligación del gobierno. Si se considera que las cosas se hicieron bien, entonces el pueblo emitirá su opinión dentro de la boleta. El gobierno espera que con base en números y estadisticas (que en muchas ocasiones se sacan deliberadamente de contexto), los ciudadanos aplaudan y reconozcan al gobierno.

Pero el gobierno no tiene derecho a exigir a los ciudadanos que se le reconozca, peor aún que lo haga cuando los resultados presentados contrastan mucho con la percepción que la gente tiene (como ocurre en materia de seguridad). Son los ciudadanos quienes deciden si el gobierno merece dicho reconocimiento o no. El gobierno no puede decidir si merece ser reconocido porque sería juez y par te. 

Pero vamos más allá. ¿Se cumplen los requisitos (que mencioné anteriormente) para que las instituciones funcionen bien? La respuesta es que no.

¿Son fuertes, sólidas y eficaces? En general podemos decir que no. ¿Son estas utilizadas para servir a sus propios intereses? Sí. ¿Se respeta la ley con cabalidad? La respuesta, en este caso, es un rotundo “no”. Y el propio gobierno, ávido de aplausos, pone el ejemplo al usar a dichas instituciones una y otra vez haciéndolas partícipes de actos de corrupción o para satisfacer sus intereses propios. Ahí están el INE, la Secretaría de la Función Pública (Virgilio Andrade) y las notarias entregadas a funcionarios públicos y amigos por parte de los exgobernadores como grandes ejemplos. 

Pero tampoco el gobierno está dispuesto a que se cumpla el tercer punto. No quiere que se critique a “sus instituciones”, no quiere que se hable mal de ellas. Espera que las malas críticas sean sólo algunas observaciones puntuales dentro de todos los aplausos: “Muy bien señor presidente, sus instituciones son excelsas, le recomendaría nada más ajustar esto y aquello, pequeñitas fallas humanas entre los destacados logros históricos que todos los mexicanos vemos y aplaudimos”.

Desde luego, con este reproche, no sólo se refiere a los ciudadanos de a pie. De hecho, parecerse referirse a todas aquellas organizaciones de la sociedad civil que, por medio de investigaciones y estudios, han exhibido el mal funcionamiento de las instituciones. La molestia del gobierno con organizaciones tales como Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (recuérdese que Peña le recriminó a Claudio X González el “activismo” que estaba teniendo su hijo señalando la corrupción del gobierno), o con la de la propia Maria Elena Morera, que en ese mismo evento, denunció los alarmantes índices de violencia en México:


Es cierto que siempre existirán actores que quieran, de forma intencionada y convenenciera, exagerar o agrandar los errores del gobierno (como si la realidad ya no fuera lo suficiente grande). Pero si algo tiene el gobierno que no tiene casi nadie más son millonarios recursos económicos en comunicación para promover sus logros y comunicar sus puntos de vista. Así lo hacen, tanto que son capaces de recortar dinero a sectores más prioritarios. Aún así, la sentencia de la sociedad civil (esa que condena tanto Peña Nieto) es reprobatoria. Los anuncios que se repiten en cadena nacional una y otra vez hasta el hartazgo no generan el efecto deseado porque contrastan tremendamente con la realidad. 

En su columna de hoy, Diego Petersen dice que algo bien hemos de estar haciendo la sociedad civil para que el gobierno se queje de los que se quejan. Evidentemente el gobierno priísta de Peña Nieto está acostumbrado a un estado de las cosas que ya no existe. Por el contrario, la molestia del gobierno es un reflejo de que nuestra sociedad como tal ya no es tan sumisa.

El único bullying que él recibe es el que es consecuencia de sus constantes pifias. En cambio cualquier bully parecería un pan de Dios comparado con su gobierno. Los bullies nada más te quitaban el dinero para el lonche del recreo. Este gobierno se roba millones de nuestros impuestos, cuando menos.