CUBA VS BLOQUEO

Por Alejandro García Maldonado.

Ha debido pasar más de medio siglo para que Estados Unidos cambie su postura en cuanto a sus relaciones diplomáticas con Cuba, las cuales fueron quebrantadas por este país poco después de iniciarse la Revolución Cubana.

Como bien se sabe, no se trató únicamente de una ruptura de relaciones, sino que trajo consigo un bloqueo económico y comercial. Un bloqueo cuya finalidad era “reducir los recursos financieros de los cubanos para provocar así hambre y desesperación, y con ello, el derrocamiento de este nuevo Gobierno”, como muestra la página 885 del informe del Departamento de Estado norteamericano de un memorándum secreto, hoy descalificado, fechado el 6 de abril de 1960. Extraños aquéllos que, autoproclamándose desde la Casa Blanca como defensores de la democracia y de los derechos humanos del pueblo cubano, emulaban a Maquiavelo con esta manera de hacer política. Dicho bloqueo no sólo lo ha denunciado Cuba, sino que desde 1992 la Asamblea de las Naciones Unidas acoge anualmente un proyecto de resolución que demanda el fin del cerco económico, comercial y financiero de la isla. La última vez, el pasado Octubre, 188 de los 193 países que la conforman votaron una vez más para que cese irreversiblemente. Hubo tres abstenciones y dos votos en contra: Estados Unidos e Israel.

Dicho bloqueo podría resumirse en tres restricciones: no permite a Cuba exportar ni importar libremente productos y servicios desde o hacia los EEUU; no permite a Cuba utilizar el dólar en sus transacciones financieras internacionales; prohíbe a Cuba tener acceso a créditos de bancos en los EEUU, así como de sus filiales sitiadas en terceros países o en instituciones financieras internacionales. Dicho acoso financiero viola la Carta de las Naciones Unidas así como la legislación internacional, la justicia y los derechos humanos, pues retrasan flagrantemente el desarrollo económico de la República de Cuba.

Actualmente, de nuevo la bandera cubana ondea en suelo estadounidense con motivo de la reapertura de su embajada. Y hoy, de nuevo, resulta imprescindible no sólo el levantamiento del embargo, sino la devolución del territorio que hoy ocupa la base militar estadounidense de Guantánamo. Así lo manifestó Bruno Rodríguez, ministro de Asuntos Exteriores de Cuba, en una rueda de prensa junto a John Kerry, secretario de Estado norteamericano, petición que desoyó el representante de Estados Unidos durante la misma, alegando posteriormente que “Guantánamo no entra en las conversaciones que hoy mantienen ambos Estados”.

Conviene recordar que Estados Unidos mantiene dicha base militar en la isla debido a un leonino tratado que se firmó en 1903 entre ambos países, en virtud del cual Cuba arrendaba “de manera perpetua” dicha parte de su territorio. Por entonces, gobernaba en Cuba quien fuera su primer presidente tras la independencia, Tomás Estrada Palma, el cual logró alcanzar el poder gracias al apoyo de los Estados Unidos. Ante tal acuerdo, Cuba ha exigido su nulidad alegando que viola la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados en su artículo 52, donde se afirma que serán nulos los tratados realizados bajo amenaza por una de las partes. No obstante, EEUU no lo considera así debido a que el artículo 4 del mismo documento sostiene que dicha Convención no será aplicada retroactivamente a ningún Tratado firmado con anterioridad. La ley imperativa, como sabemos, está hecha para los pobres. Las cláusulas, en cambio, casi siempre benefician a los mismos.

Sin entrar en posturas políticas, queda latente que dicha relación es asimétrica: es Estados Unidos quien unilateralmente rompió unas relaciones diplomáticas que hoy vuelven a nacer, es Estados Unidos quien hoy prosigue sancionando económicamente a Cuba, y es Estados Unidos quien hoy mantiene una ocupación de territorio.

A pesar de todo, está en manos del Congreso, y no de Kerry u Obama, que todo llegue a buen puerto. Entre tanto, probablemente el presidente de los Estados Unidos tratará de eliminar barreras parciales que ellos mismos crearon, como por ejemplo, eliminar la prohibición de viajar a la isla que tienen aquellos estadounidenses que no sean de origen cubano o que no se les conceda una licencia expresa para ello.

Resulta tan impredecible como apasionante ser testigo de un momento tan clave como éste, ya que puede ser que al fin, tras casi sesenta años de hostilidad, puedan normalizarse de una vez por todas las relaciones entre ambos países y agasajar así a aquello que escribiera Victor Jara: el derecho a vivir en paz.

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Fuente: La Replica.