
El dinero sin duda es el Dios del ambicioso y descreído, a costa de lo que sea y de quien se oponga en su camino.
Sus santos más venerados la monarquia, los millonarios, la burguesía, los acaudalados gobernantes, el narco, sus medios la mentira, el robo, la traición, clasistas en toda ocasión, desprecian las costumbres del pueblo, el pensamiento del pobre y la vestidura del mendigo.
De buenas intenciones disfrazan sus acciones, con la cruz en el pecho y con el diablo en los hechos, simulan ser la solución , “un prodigio” socializan sus asuntos con influencias de supuestos políticos, de tranzas y sobornos en el gobierno, reciben las tan anheladas monedas para su olla sin fondo, llenarla se ha vuelto su único objetivo.
Sus plegarias ser el más rico, el más poderoso, el más conocido, escalan cada peldaño económico, discriminando, pisoteando los derechos, inclinando los juicios a favor de sus intereses, comprando jueces, magistrados, gobernadores y a todo aquel que deslumbre el oro sus sentidos, todo para obtener la aprobación de una sociedad material enferma de racismo, con más bienes, con más billete, con más posesiones, pero sin valores, sin principios.
El sabelotodo prepotente llena sus bolsillos haciendo creer a la gente que así son las cosas, para poder sobrevivir y sostenerse, para buscar el chivo, pero no tienen tiempo para otra cosa, mas que obtener dinero, (su dios omnipotente) ni para la familia, ni para los amigos.
Con dedicatoria a los aspirasionistas desmedidos, a los pantros y ladinos.
PANTRO: Toda aquella persona apegada al dinero, al grado de venerarlo y solo vivir para conseguirlo.
LADINO: Se emplea normalmente en un sentido despectivo, entendiendo que la persona ladina es aquella que se quedó a mitad de camino, manipuladora, retorcida y con una intención oculta para obtener a toda costa su propio beneficio.