
Jorge Montejo
Dicen que en Hidalgo no pasan cosas extraordinarias… hasta que pasan. Porque no todos los días un piloto realiza un aterrizaje forzoso de emergencia en plena carretera Real del Monte-Huasca, en la autopista más polémica de la galaxia, justo donde milagrosamente aparecieron unas pirámides que ni Teotihuacán tiene, y donde los campesinos de la Sociedad Real Zumate siguen preguntándose cuándo les van a pagar sus tierras.
El suceso ocurrió a las 09:10 a.m., cuando un avión ligero con matrícula NZIOYP, cuyo motor decidió tomarse el día libre en pleno vuelo, cayó en picada hacia la tierra prometida de Menchaca y Sheinbaum. El piloto, digno de una biopic de Netflix, mantuvo la calma, bajó como si estuviera en simulador, y logró aterrizar sin rasguño alguno… sobre una carretera aún no inaugurada, pero ya bendecida con infraestructura de calidad tan suprema que hasta sirve de pista de aterrizaje. ¿Quién necesita aeropuertos teniendo autopistas milagrosas?
Los testigos en tierra detuvieron sus coches y también su incredulidad, mientras la aeronave tocaba tierra con la gracia de un colibrí. La gente aplaudió, lloró, y hasta hubo quien se arrodilló ante semejante demostración de valentía… y de asfalto nivel dioses.
Y claro, no puede faltar el contexto mágico-realista que solo Hidalgo sabe ofrecer: los comuneros de la Sociedad Real Zumate, dueños legítimos por decreto de 1924 de gran parte del terreno por donde pasa la flamante autopista, tienen un amparo vigente porque —detalle menor— nadie les ha pagado sus tierras. ¿Desde cuándo? Desde hace décadas. ¿Quién se las debe? Una larga lista de políticos que han saqueado impunemente. Pero eso sí, que no se les acuse de obstaculizar los proyectos nacionales: los comuneros han dejado claro que no se oponen a la inauguración de la carretera, porque reconocen que es una obra del presidente Andrés Manuel López Obrador y respaldan su visión.
Eso sí, que les paguen ya sería otro milagro.
Y qué decir de las pirámides “ancestrales” que emergieron de la nada justo antes del corte de listón. Todo encaja perfecto: amparos, ruinas prehispánicas exprés, un piloto heroico y una carretera tan noble que ya sirve como aeropuerto alterno.
Así que ya lo saben: si su avión presenta fallas en Hidalgo, no hay de qué preocuparse. Busquen un tramo recto, con buena vibra, algo de ilegalidad, un toque de arqueología improvisada, comuneros con dignidad y paciencia infinita, y listo.
Aterrizaje perfecto.
Solo en Hidalgo.
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Por supuesto que no es sarcasmo, ¿cómo creen?
Fotografías: Trapiche Digital.