
#Opinión
Resulta que ahora en Hidalgo la coherencia política es un mito y la hipocresía un arte bien refinado. Desde que Marco Rico asumió la dirigencia de Morena en el estado, parece que su principal logro ha sido revivir la vieja escuela priista… pero con nuevos disfraces. Ya casi tres años en el poder y lo que se ve es un club privado donde los priistas de siempre y sus juniors ahora se sienten cómodos, sonrientes y bien recibidos, mientras que las bases de Morena y la izquierda genuina se quedan afuera, golpeando puertas que nunca se abren.
Si algo ha dejado claro Rico es que en Hidalgo el “PRIMOR” no es una alianza, sino una hermandad de complicidades. Los antiguos maestros del priismo, que se especializaron en el arte del saqueo y la simulación, ahora tienen su segunda juventud con Morena. ¡Claro! Todo gracias a un líder partidista que prefiere darles prioridad sobre la militancia y simpatizantes que realmente construyeron el proyecto.
El nuevo Morena hidalguense ha adoptado con fervor los métodos de la mafia del poder que antes criticaban. Ahora, para que te atiendan, es mejor tener una credencial priista o, mejor aún, un apellido de esos que suenan fuerte entre pasillos oscuros de corrupción. Las puertas se cierran a los ciudadanos, a la izquierda crítica y a quienes se atreven a levantar la voz.
En lugar de fortalecer la formación política de nuevos cuadros dentro del partido, de construir liderazgos genuinos y comprometidos con la transformación, prefieren entregar las candidaturas a sus ídolos priistas. ¿Por qué? Porque resulta más cómodo reciclar a los mismos personajes de siempre que apostar por caras nuevas y comprometidas con el verdadero proyecto de izquierda.
La hipocresía política en Hidalgo parece haber alcanzado un nivel de maestría que podría hacer palidecer al PRI clásico. Al menos aquellos eran sinceros en su descaro. Aquí, en cambio, se juega a ser revolucionarios con un manual conservador en la mano. La nueva política de Morena se convirtió en un club selecto que habla de democracia mientras practica el compadrazgo.
¿Quién lo diría? Ahora resulta que los expriistas son los grandes ídolos de Morena en Hidalgo. Las mismas prácticas excluyentes, la misma cultura de proteger a los de siempre y darles privilegios sobre la militancia. Claro, a nadie le sorprende que las bases se sientan abandonadas, mientras quienes alguna vez defendieron ideales de izquierda ahora se sientan cómodos con la derecha más rancia y los mismos viejos lobos del priismo.
Dicen que el cambio verdadero llegó a Hidalgo, pero parece que solo fue un cambio de caras y no de prácticas. La dirigencia de Morena en Hidalgo se ha convertido en un monumento a la hipocresía política, donde las promesas de transformación se quedan en discursos mientras se practica la misma exclusión de siempre.
Tal vez algún día, cuando terminen de apapachar a sus nuevos ídolos priistas, Marco Rico y compañía decidan abrirle las puertas a la izquierda de Hidalgo. Pero por ahora, parece que el único cambio verdadero fue la nueva decoración en sus oficinas.
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P.D. Esto no es nada personal contra el gobernador Julio Menchaca, a quien considero un amigo y reconozco como un hombre decente como dijo la presidenta Claudia. Pero la realidad es que la izquierda auténtica, así como aquellos personajes que alguna vez caminaron con él en la oposición —como él mismo lo fue en su momento—, siempre han sido marginados por las cúpulas que prefieren reciclar a sus ídolos priistas. Esta crítica es un llamado a no olvidar esas raíces y a abrir las puertas a quienes siempre lucharon por un verdadero cambio.
Si algo ha dejado claro Rico es que en Hidalgo el “PRIMOR” no es una alianza, sino una hermandad de complicidades. Los antiguos maestros del priismo, que se especializaron en el arte del saqueo y la simulación, ahora tienen su segunda juventud con Morena. ¡Claro! Todo gracias a un líder partidista que prefiere darles prioridad sobre la militancia y simpatizantes que realmente construyeron el proyecto.
El nuevo Morena hidalguense ha adoptado con fervor los métodos de la mafia del poder que antes criticaban. Ahora, para que te atiendan, es mejor tener una credencial priista o, mejor aún, un apellido de esos que suenan fuerte entre pasillos oscuros de corrupción. Las puertas se cierran a los ciudadanos, a la izquierda crítica y a quienes se atreven a levantar la voz.
En lugar de fortalecer la formación política de nuevos cuadros dentro del partido, de construir liderazgos genuinos y comprometidos con la transformación, prefieren entregar las candidaturas a sus ídolos priistas. ¿Por qué? Porque resulta más cómodo reciclar a los mismos personajes de siempre que apostar por caras nuevas y comprometidas con el verdadero proyecto de izquierda.
La hipocresía política en Hidalgo parece haber alcanzado un nivel de maestría que podría hacer palidecer al PRI clásico. Al menos aquellos eran sinceros en su descaro. Aquí, en cambio, se juega a ser revolucionarios con un manual conservador en la mano. La nueva política de Morena se convirtió en un club selecto que habla de democracia mientras practica el compadrazgo.
¿Quién lo diría? Ahora resulta que los expriistas son los grandes ídolos de Morena en Hidalgo. Las mismas prácticas excluyentes, la misma cultura de proteger a los de siempre y darles privilegios sobre la militancia. Claro, a nadie le sorprende que las bases se sientan abandonadas, mientras quienes alguna vez defendieron ideales de izquierda ahora se sientan cómodos con la derecha más rancia y los mismos viejos lobos del priismo.
Dicen que el cambio verdadero llegó a Hidalgo, pero parece que solo fue un cambio de caras y no de prácticas. La dirigencia de Morena en Hidalgo se ha convertido en un monumento a la hipocresía política, donde las promesas de transformación se quedan en discursos mientras se practica la misma exclusión de siempre.
Tal vez algún día, cuando terminen de apapachar a sus nuevos ídolos priistas, Marco Rico y compañía decidan abrirle las puertas a la izquierda de Hidalgo. Pero por ahora, parece que el único cambio verdadero fue la nueva decoración en sus oficinas.
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P.D. Esto no es nada personal contra el gobernador Julio Menchaca, a quien considero un amigo y reconozco como un hombre decente como dijo la presidenta Claudia. Pero la realidad es que la izquierda auténtica, así como aquellos personajes que alguna vez caminaron con él en la oposición —como él mismo lo fue en su momento—, siempre han sido marginados por las cúpulas que prefieren reciclar a sus ídolos priistas. Esta crítica es un llamado a no olvidar esas raíces y a abrir las puertas a quienes siempre lucharon por un verdadero cambio.