
María Gil
Con un tono triunfalista y sonriente, la presidenta nacional de Morena, Luisa Alcalde, dio a conocer los resultados de una serie de encuestas publicadas por El Heraldo de México que, de confirmarse, configurarían un dominio electoral sin precedentes en las elecciones estatales de 2027: el partido guinda se llevaría 15 de las 17 gubernaturas en juego.
Entre los datos más llamativos está el caso de Chihuahua, donde la joven senadora Andrea Chávez encabeza cómodamente las preferencias, pese a ser un estado históricamente hostil a las izquierdas. Otro bastión opositor que Morena podría arrebatar es Nuevo León, entidad que ha sido gobernada por independientes y emecistas, pero que según el sondeo ya muestra una clara ventaja morenista.
No menos significativo es el caso de Guerrero. Incluso con un perfil polémico como el de Félix Salgado Macedonio –acusado de abuso sexual y duramente criticado por sectores feministas–, Morena ostenta una ventaja de 39 puntos sobre la oposición. A esto se suma que Querétaro, uno de los últimos enclaves seguros del PAN, también aparece como competitivo para el oficialismo.
“Estamos más fuertes que nunca”, declaró Luisa Alcalde, quien ha sabido tomar la batuta del partido tras la presidencia de Mario Delgado, mostrando una disciplina férrea en torno a Claudia Sheinbaum y su proyecto de continuidad. Frente a ello, la oposición luce dividida, sin liderazgos visibles ni un plan de reconstrucción claro tras los descalabros de 2024.
Las encuestas del Heraldo funcionan, por ahora, como un termómetro político favorable a Morena. Sin embargo, falta ver si los escándalos de corrupción, la inseguridad en varias regiones y el desgaste natural del poder no terminarán minando esa cómoda ventaja. En política, tres años son una eternidad. Aunque, hoy por hoy, la ola guinda sigue sin encontrar freno.
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Posdata: Aunque las encuestas pintan un escenario favorable para Morena, también es cierto que dentro de su estrategia electoral ya se percibe una operación conocida: posicionar, desde mucho antes, la narrativa de que “van arriba” para consolidar una percepción de inevitabilidad entre el electorado. Esta táctica, vieja como el sistema, busca adoctrinar sutilmente a las masas a través de repetición mediática, inhibiendo la participación crítica y sembrando la idea de que todo está definido antes de tiempo. Así, más que una simple fotografía del momento, las encuestas se convierten en herramienta de propaganda.