México escucha el grito de su primera presidenta




16 de septiembre de 2025

El Zócalo capitalino volvió a convertirse en el epicentro del ritual cívico más conocido de México: el Grito de Independencia. Pero este año, el eco no solo vino de la campana de Dolores ni de los fuegos artificiales, sino del hecho histórico de que, por primera vez, una mujer encabezó la ceremonia. Claudia Sheinbaum, con casi un año de mandato y un nivel de popularidad que roza el 80%, apareció en el balcón presidencial envuelta en símbolos cuidadosamente escogidos: una falda en tono morado, la entrega de la bandera por ocho cadetes mujeres y un discurso donde las “heroínas anónimas” tuvieron el lugar que la historia oficial les negó durante dos siglos.

La presidenta no improvisó, tampoco rompió el protocolo. Su estilo, más sobrio y técnico que el de López Obrador, no se presta a ocurrencias, sino a mensajes con cálculo político. Y así, entre los “¡vivas!” tradicionales a Hidalgo, Morelos y Josefa Ortiz —nombrada por sus apellidos de soltera, otro guiño al lenguaje feminista—, Sheinbaum sumó a los migrantes y cerró con un “¡Viva México independiente y soberano!” que, inevitablemente, sonó a mensaje directo para Donald Trump, hoy obsesionado de nuevo con la frontera.

La escenografía reforzó esa narrativa. Antes de asomarse al balcón, Sheinbaum se detuvo frente al retrato de Leona Vicario, una de las pocas mujeres reconocidas como heroínas en la historia oficial. Días antes había presentado el decreto que instituye el “Día de las Heroínas Anónimas de la Patria”, con lo que buscó insertar de manera formal a las mujeres invisibilizadas en el calendario cívico. Y para rematar, difundió un video donde se observaba a cuatro militares bordando a mano la banda presidencial, casi como si quisiera recordar que el poder también se cose punto por punto, con paciencia y disciplina.

El acto, sin embargo, no se quedó solo en lo simbólico. La mandataria llega a este 16 de septiembre con una agenda marcada por la reforma judicial heredada de López Obrador, la persistente violencia en Sinaloa —que obligó a cancelar los festejos en ese estado— y la presión permanente de Trump en materia migratoria. Aun así, su popularidad supera incluso la que alcanzó su antecesor en su primer año de gobierno. La llamada “izquierda excel”, como algunos la califican, parece haber encontrado la fórmula entre la austeridad de los viejos tiempos y un feminismo institucional que se abre paso entre decretos, efemérides y símbolos patrios.

En un país donde se cometen más de diez feminicidios diarios, la elección de la primera presidenta de México fue leída internacionalmente como un triunfo para las mujeres. No obstante, el reto no es solo de símbolos, ni de decretos constitucionales, ni de incluir a Josefa Ortiz con su apellido de soltera en el Grito. El reto está en si esa narrativa logrará permear en la vida cotidiana de las mexicanas que, más allá del Zócalo iluminado, siguen enfrentando desigualdad, violencia y falta de justicia.

Por ahora, la noche del 15 de septiembre quedó registrada como la primera en que una mujer repicó la campana y gritó “¡Vivan nuestras heroínas anónimas!”. La pregunta que queda es si la política mexicana sabrá transformar ese grito simbólico en un eco real en las calles, en los tribunales y en la vida de millones de mujeres mexicanas.