
Jaqueline Sagahón
11 de octubre de 2025
El nombre de José Ramiro López Obrador, hermano del expresidente Andrés Manuel López Obrador, volvió a colocarse en el centro de la polémica nacional tras revelarse que figura como propietario de trece ranchos en Tabasco, varios de ellos adquiridos durante el sexenio en que su hermano gobernó México. La información, difundida inicialmente por el periodista Audelino Macario, incluye imágenes y documentos que apuntan a que la mayoría de los predios fueron comprados entre 2018 y 2024, justo mientras el país era administrado bajo el lema de la austeridad republicana.
De acuerdo con su propia declaración patrimonial presentada el 9 de mayo de 2025 ante la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno de Tabasco, José Ramiro reportó trece propiedades rústicas con una extensión total de 291 hectáreas y un valor conjunto de 8.6 millones de pesos, además de 694 cabezas de ganado valuadas en más de 10 millones. Las tierras, según los documentos difundidos, se ubican principalmente en los municipios de Balancán, Teapa y Macuspana, regiones tradicionalmente asociadas a la familia del exmandatario. La controversia surgió al advertirse que al menos ocho de esos ranchos habrían sido adquiridos durante los seis años en que López Obrador padre ocupó la presidencia, sin que existan registros públicos que detallen créditos, financiamientos o ingresos que justifiquen tales compras.

La investigación también señala que varias de las adquisiciones se realizaron al contado y en efectivo, una práctica poco común entre funcionarios que están obligados a transparentar sus operaciones patrimoniales. En paralelo, algunos reportes periodísticos revelaron que José Ramiro habría recibido en 2019 un crédito por más de un millón de pesos de la Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, supuestamente para impulsar su actividad ganadera, lo que podría configurar un conflicto de interés si se demuestra que los recursos provinieron de programas federales.
El caso cobra relevancia no solo por las posibles irregularidades patrimoniales, sino porque se inserta en una serie de escándalos que han marcado a la familia del expresidente. Su hijo Andrés Manuel López Beltrán, conocido como “Andy”, fue exhibido por gastos de lujo en un viaje a Japón y señalado en investigaciones que vinculan a sus amigos con contratos públicos por más de 100 millones de pesos. A ello se suma el reciente episodio en que José Ramiro fue increpado y rociado con agua por estudiantes en Balancán, luego de minimizar la violencia en la región y descalificar a los medios de comunicación.
En septiembre pasado también circularon versiones de que los hijos del expresidente habrían tramitado amparos para evitar presuntas órdenes de aprehensión, rumor que fue negado tanto por la presidenta Claudia Sheinbaum como por los propios señalados, quienes lo calificaron de campaña de calumnias. Sin embargo, las acusaciones del diputado panista Marcelo Torres Cofiño sobre la existencia de un supuesto “Cártel de Palenque”, integrado por familiares y allegados al exmandatario, avivaron el debate sobre la opacidad y los privilegios del entorno lopezobradorista.
Hasta el momento, José Ramiro López Obrador no ha ofrecido una respuesta formal a las acusaciones ni ha mostrado documentos que aclaren el origen de sus propiedades. Tampoco existe evidencia de que alguna autoridad federal o estatal haya iniciado una investigación para determinar si hubo enriquecimiento ilícito o uso indebido de recursos públicos. Mientras tanto, el caso se propaga en redes sociales y medios nacionales como un nuevo ejemplo del contraste entre el discurso de “honestidad valiente” y las prácticas reales de quienes lo enarbolaron.
El escándalo de los trece ranchos no solo exhibe las grietas morales del movimiento que prometió erradicar la corrupción, sino que también revela la fragilidad de las instituciones encargadas de fiscalizar a los poderosos. En un país donde la impunidad suele ser el sello de la política, la pregunta ya no es cuántos ranchos tiene el hermano del expresidente, sino cuánta verdad puede soportar el legado de quien prometió vivir con lo mínimo mientras sus cercanos acumulaban lo máximo.