DÍA DEL TRABAJO


Por Roberto Longoni.

“Éste no es un día de fiesta; éste es un día de recuerdo, de rememoración. Un día para mirar hacia atrás, más allá y dentro de la frontera de la Patria y rendir un homenaje a todos aquellos que, en distintas latitudes, cayeron luchando por hacer más digna la vida del hombre y conquistar la auténtica libertad.” 

Discurso pronunciado por Salvador Allende a los trabajadores y trabajadoras de Chile el 1 de Mayo de 1971. 

Trabajar por obligación será siempre morir un poco.

Y cabe señalar esto porque si trabajamos es por la vida. Por ese fundamental derecho a sentirnos y estar vivos. Por la vida de nuestras familias, de nuestros amigos, de nuestro planeta y por nuestra propia existencia. 

Enriquecer a otros, obedecer a jefes repugnantes, correr para no llegar atrasado, fingir sonrisas, recibir sueldos de hambre: todo mata.

Todo mata. Trabajamos para otros. Transforman nuestras manos, nuestro ser, nuestros cuerpos y esfuerzos en algo ajeno. Vamos dejando de ser nosotros. Nos volvemos invisibles e insignificantes para aquellos que nos explotan. Nos van asemejando a las máquinas por las que pronto seremos reemplazados. Y no hay sueldo que alcance, que finja dignidad o entretenga el hambre de nuestros hijos. Nos desprecian por tener la piel quemada, sudada o manchada por no tener descanso, y nos miran con la repugnancia que más merecerían ellos, los que se esconden tras los escritorios y la codicia y la flojera. Nos hacen correr al matadero. 

Perder momentos de placer, de ocio y creatividad, y olvidar la capacidad de imaginar mañanas totalmente distintas, es la condena a la que nos someten los amos de todos los tiempos y colores.

Nosotros, los condenados de la tierra, los nadie, los menos que nadie, los que valen menos que la bala que nos mata. Los condenados al abismo de lo homogéneo, de la rutina, de la incapacidad y los límites absurdos que nos imponen. Estamos perdiéndolo todo acá abajo, en este infierno. Perdemos los besos familiares y amigables, las caricias reconfortantes y las luces de cuando podíamos aún llegar felices a casa. Nos han puesto grilletes no sólo en los pies, también en la cabeza. Nos han hecho creer en un Dios castigador y envidioso, nos han convencido por momentos de que no tenemos más opción que resignarnos a ver el mundo a través de sus ojos miopes, nublados, incoloros, inodoros, no presentes. Queremos estar más allá, buscar nuestros propios medios, colores, tiempos, épocas, incluso tener el sagrado derecho de elegir a nuestros dioses y nuestros abismos. 

Ser un trabajador ejemplar y aguantar sin chistar nunca será señal de orgullo. No seremos esclavos felices.

No nos rendimos, no nos vendemos, no claudicamos. No nos cansamos ni nos cansaremos. Tampoco será que nos callemos o que nos resignemos. No cesará la lucha hasta que la dignidad y la justicia, la paz y la salud, la vida y las estrellas, sean una realidad. Y entonces será el nuevo mundo, y será que seamos. 

Queremos reconquistarnos, exigimos la Vida. Y si algo tiene que morir, eso es el orden de explotación que nos somete.

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*El texto escrito en cursivas fue tomado del manifiesto emitido el 1 de Mayo de 2014 por el Colectivo Anarquista de Temuco, Chile.