NOS QUEDA LA ESPERANZA


Por Roberto Longoni. 

El conteo no es sorprendente. De nuevo y cada vez más, van ganando la ignorancia, el miedo, la demagogia y el conformismo. No me mal entiendan, no creo que si hubiera ganado alguien más las cosas serían distintas. Solamente pienso que no debe ser normal para nosotros que la trampa, la mentira, la guerra sucia y la corrupción sean los titulares cada día de elecciones. Demostrado está cada vez más que somos un pueblo muy pisoteado, muy mangoneado. Con pena incluso admito, incluido, que somos un pueblo bastante dejado y agachado. 

Estas palabras nacen de la tristeza de ver que se repite lo mismo de siempre. De nuevo un aparato político, que ha demostrado su total incapacidad, plagado de ratas y ladrones, se hará cargo de lo que se supone debe ser el bien común de nosotros los ciudadanos. Me parece que este concepto, el de bien común, junto con el de la honestidad, la solidaridad, la cooperación, el amor o la justicia; no forman parte de los intereses o del vocabulario de este aparato y de esta clase política tan difusa. 

Pero estando la tristeza de siempre, también creo que está siempre la esperanza. Ya no estoy hablando de datos duros, ni de matemáticas. En esto no hay fórmulas. Tampoco hablo de conteo de votos o de urnas usurpadas. No apelo a institución electoral o estatal alguna. Ahora hablo de lo que construye la esperanza. La esperanza que surge del día a día de cada persona de este país, con sus filias y sus fobias, con sus atardeceres, con sus llantos y con sus risas. La esperanza que es hermana de los sueños; sueños que desvelan y velan por que este país sea transformado en sus cimientos, no por un hombre o una institución, si no por un gran colectivo, en lucha y en fiesta, que no abandere un solo color, que se piense más allá de lo que le han dicho (erróneamente) que es posible. Por que la esperanza reside en aquello que aún no es. En el todavía-no que es posible. Es esperar aquello que está por venir y que presentimos es mejor. Esperamos y seguiremos esperando, activamente, actuando, estudiando, amando, sintiendo, luchando, acariciando, pensando, criticando, sabiendo que más temprano que tarde tendrá que ser nuestro lo que alguna vez se nos prometió que lo era. 

No se lucha por envidia, por venganza o por dinero. Se lucha por sueños, se espera llegar a casa con la frente en alto, con el pan de cada día que quite el hambre que, después de cada elección ridícula, se queda. Se lucha por amor, a uno, a ti , a mi, a los tuyos y suyos, a los otros. 

Aquí estamos, más allá de la parafernalia del poder, sabiendo que lo que esperamos vale la pena, pase lo que pase. Entonces queda la esperanza, y esa no nos la quitarán nunca. Háganle como quieran.