No se si les ha pasado, pero en mi caso me parece sorprendente como la realidad y sus sucesos tienen de pronto la capacidad de acoplarse tal cual a los momentos que vivimos.
Justamente el pasado Lunes explicaba a mis alumnos, en su primer día de clases como estudiantes de bachillerato, que una de las faltas académicas y sobre todo ética, más graves que podían cometer, y que incluso podía llevarlos a la expulsión de la escuela, era cometer plagio. Incluso a broma (algo preocupante) escuché a más de uno decir que lo mismo les habían dicho y repetido hasta el cansancio, todos los maestros, y que “ya habían entendido”.
Es entonces que la realidad llega y en este caso llegó (ya con previo aviso) a las diez de la noche del domingo. Quizás lo que se dijo y revelo no es algo que nos sorprenda (¿quién podría negar la tan demostrada incapacidad intelectual del señor presidente?) Y si bien puede no ser el mejor reportaje o el más significativo, si me parece que muestra algo que no es cosa menor y que no podemos dejar pasar.
Ahora me refiero ya no a la estatura intelectual de un hombre que en más de una ocasión a demostrado su torpeza, si no a la estatura moral que, al menos yo y muchos, creemos que debe tener alguien que diga ser un servidor público y que pretenda ver por nuestros intereses y protegerlos.
Me parece que es vital poder subrayar la característica primordial que este tipo de cosas arrojan sobre la personalidad de Enrique Peña Nieto (secuaces incluidos). Aparte de una bajeza intelectual comprobada demuestra con esto su nula dimensión ética y moral. ¿Por qué? Puesto que esto revela que un hombre como él está dispuesto a hacer trampa, robar y mentir (como lo ha hecho hasta ahora) para llegar a donde él y su ambición se lo propongan.
Pregunto que es la justicia. Alguien al fondo levanta la mano: “Dar a cada quien lo que es suyo, lo que se merece”. ¿Qué merecemos los mexicanos?; ¿En serio merecemos un gobierno tan mediocre y cínico?; ¿Qué merece el señor presidente?
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