HACIA LA GUERRA CIVIL EN VENEZUELA.


Por Raúl Zibechi. 

Cuando Donald Trump decidió retirar las tropas de Siria, en diciembre pasado, lo hizo porque ya tenía decidido abrir un nuevo frente de batalla. Ese nuevo frente, hoy lo sabemos sin la menor duda, es América Latina. Aunque la primera trinchera sea Venezuela, el plan del Pentágono consiste en afirmar el control de su patio trasero en momentos en que el dominio geopolítico global atraviesa una crisis sin precedentes.

En efecto, Estados Unidos no está en condiciones de librar guerras en Asia. No ya contra China, sino siquiera contra el régimen de Corea del Norte, una dictadura oprobiosa con la cual está negociando desde hace más de un año.

Tampoco puede mantener en pie su intervención militar en Oriente Medio, puesta a la defensiva por el despliegue militar de Rusia e Irán. La estrepitosa derrota que cosecharon quienes quisieron impulsar la caída de Bashar al Asad, mediante la intervención neocolonial de Francia e Inglaterra sumadas a la del Pentágono, será una lección difícil de olvidar para sus generales.

¿Por qué América Latina? En este continente se juega el dominio global de la superpotencia que ya no puede seguir siendo, como lo fue desde 1945, la que ponía orden en el tablero global. Empezar por Venezuela es hacerlo por el eslabón más débil, como suponen los estrategas de Washington. El régimen cuenta sólo con el apoyo de un sector de la población, probablemente un tercio, y de una parte de las fuerzas armadas, imposible de cuantificar.

En Venezuela, además, las elecciones son ilegítimas y apenas una excusa para mantener en pie la fachada de una democracia inexistente. Nada muy distinto de lo que sucede en Honduras y Guatemala, por ejemplo. Es que el argumento democrático es polvo al lado de las pesadas razones geopolíticas. Para Estados Unidos, el control de la principal reserva petrolera del mundo, pero sobre todo el control del Caribe, son los dos temas centrales que no está dispuesto a debatir.

Nicholas Spykman, el principal geoestratega estadounidense del siglo XX, fue autor de dos libros en los que define la estrategia para la región: America’s Strategy in World Politics, publicado en 1942, y The Geography of the Peace, publicado un año después de su muerte, en 1944. En sus trabajos Spykman divide América Latina en dos regiones, desde el punto de vista de la estrategia de Estados Unidos: una primera incluye México, América Central y el Caribe, además de Colombia y Venezuela; y la otra comprende a toda América del Sur, debajo de Colombia y Venezuela.

Según las tesis de Spykman, la primera es “una zona en que la supremacía de Estados Unidos no puede ser cuestionada”, se trata de “un mar cerrado cuyas llaves pertenecen a Estados Unidos, lo que significa que México, Colombia y Venezuela quedarán siempre en una posición de absoluta dependencia de Estados Unidos”.

En Sudamérica, sigue el estratega, cualquier amenaza a la hegemonía estadounidense vendrá de “A B C” (Argentina, Brasil y Chile). Spykman creía que esos grandes estados “situados fuera de nuestra zona inmediata de supremacía” pueden intentar “contrabalancear nuestro poder a través de una acción común o mediante el uso de influencias de fuera del hemisferio”. Si esto sucediera, escribió en America’s Strategy in World Politics, “tendrá que ser respondida mediante la guerra”.

El profesor de ciencia política brasileño José Luis Fiori reflexionaba: “De no haber sido ciertos todos esos análisis, previsiones y advertencias hechos por Nicholas Spykman, parecerían una bravata de algunos de estos ‘populistas latinoamericanos’, que inventan enemigos externos” (Sinpermiso, 16-XII-07).1

Es evidente que la “democracia” es apenas una excusa en la que nadie cree. En Venezuela convergen intereses geopolíticos que no tienen la menor relación con la oposición izquierda/derecha ni con la democracia. Una guerra civil en nuestro subcontinente es la peor noticia para los pueblos de la región. Pero puede ayudar a Trump a reelegirse en 2020, y con él crecerán los tiranuelos de ultraderecha como Bolsonaro y Duque, y prosperarán los negocios y las grandes multinacionales que cotizan en bolsa.