AMLO, A UN AÑO DE ALCANZAR LA PRESIDENCIA DE MÉXICO.


Por María Gil.

El festival del Zócalo de este 1 de julio para conmemorar el primer año de haber sido electo como Presidente resume el estilo personalísimo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador. La mañana del 14 de junio, en su rueda de prensa, él mismo anunció que la conmemoración sería austera y adelantó que a las 17:00 horas, después de la presentación de la orquesta de la Secretaría de la Marina, pronunciaría un discurso para ratificar la voluntad de cumplir con una meta histórica: la Cuarta Transformación de México.

En este momento político, especialistas le reconocen aciertos, pero también reveses. Entre los tinos, destacan las acciones para combatir la corrupción y la política de austeridad que ha sacudido a varios sectores. Pero también destacan que aún no ha ocurrido un cambio contundente frente a los monstruos de la violencia, la impunidad, la injusticia y la inestabilidad económica. Al final, los politólogos coinciden en que el saldo en este corte de caja es un claroscuro en el que el Presidente goza todavía de un amplio bono de confianza.

A UN AÑO DE ALCANZAR LA PRESIDENCIA.

El año pasado, se concluyó un largo viaje. En una movilización imparable durante 12 años, Andrés Manuel, hijo de Manuela y Andrés Manuel, nacido hace 65 años en Tepetitlán, municipio de Macuspana, Tabasco, sobrevivió a sus propias derrotas. Vencido en cuatro de las cinco elecciones en las que participó antes de 2018, aprendió a reconstruirse.

En 1988 quiso ser Gobernador de Tabasco por el Frente Democrático Nacional que aquel año postuló a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la Presidencia de la República. Los números lo dejaron muy atrás y por primera vez, acusó fraude electoral. López Obrador escribió el libro “Tabasco, víctima del fraude electoral”. Seis años después, en 1994, lo volvió a intentar con la candidatura del Partido de la Revolución Democrática (PRD). AMLO obtuvo el 37.7 por ciento de la votación y también publicó un libro que se llamó “Entre la historia y la esperanza: corrupción y lucha democrática en Tabasco”. Luego llegó 2000, cuando ganó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Después, vivió las derrotas por la Presidencia de la República de 2006 y 2012.

En la ruta recogió encono y repudio. En su ser cayó el estigma de ser “un peligro para México”, una frase que el mercadólogo político Antonio Solá creó en su contra en la contienda de 2006 que llevó a la Presidencia de la República a Felipe Calderón Hinojosa. Buena parte de la sociedad lo repudió por haber impugnado esa elección con un plantón en Reforma y la parodia del Gobierno con la instalación de una “Presidencia legítima”. En 2012, tras perder la Presidencia, el PRD le retiró su apoyo. La contienda de 2018 la realizó mientras se divulgaba información sobre cómo, una vez Presidente, podría emular los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela.

Este 1 de julio se conmemora su triunfo electoral. Y la académica María Marván Laborde hace hincapié en que el festival del Zócalo “debería ser pagado con dinero de Morena, el partido que lo postuló, y no con recursos públicos porque se trata de una celebración electoral, y no del Gobierno federal. El artículo 134 constitucional prohíbe con claridad gastar dinero del erario en promoción personalizada”.

Mientras, los amlovers -la figura coloquial que surgió en la campaña para definir a sus seguidores- persisten. Su presencia es notoria en la cifra obtenida por las encuestadoras que ronda 70 por ciento de aceptación, una aprobación histórica que jamás tuvo un Primer Mandatario en sus primeros meses de Gobierno. También en las redes sociales. El viernes 28 por la noche se creó la etiqueta en Twitter #YoSíVoyAFestejarConAMLO y se mantuvo como primera tendencia en México más de cinco horas.

LA OPOSICIÓN EN MÉXICO ESTÁ DESAPARECIDA.

A las 20:30 horas de la noche del 1 de julio del año pasado, Ricardo Anaya, candidato de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC) y José Antonio Meade, de Todos por México (PRI, PVEM y Nueva Alianza) ya habían reconocido su derrota. Los meses pasaron y ninguno de esos partidos ha logrado recomponer su perfil. Al contrario, iniciaron un camino de decadencia que parece imparable. Así, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido fundado por el mismo AMLO, no encuentra oposición. A decir de Gustavo López Montiel, especialista en partidos políticos del Tecnológico de Monterrey, las crisis internas de los partidos tradicionales de México son tan agudas que en este momento político les resulta muy difícil ejercer oposición.

Sus propios números muestran el daño en su entraña. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) que el pasado 4 de marzo cumplió 90 años, reportó ante el Instituto Nacional Electoral una pérdida de cinco millones de militantes, lo que dejó su padrón en un millón 159 mil 320. Figuras emblemáticas como el ex Rector de la UNAM, José Narro Robles y la periodista Beatriz Pagés se fueron del viejo partido en los pasados días con el argumento de que navegaban a la deriva. Por su parte, el Partido Acción Nacional (PAN) se quedó después de las elecciones con poco menos de la mitad de sus miembros activos hasta llegar a 280 mil 841. Una de las salidas más marcadas fue la del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, el pasado abril.

En este panorama, como expone el politólogo Eduardo Huchim May, AMLO puede ser AMLO todo el tiempo. “La oposición está prácticamente desaparecida y entonces, el Presidente predomina. La cosa política gira en torno a él. La agenda es él. El tomador de decisiones es él. La circunstancia actual lo muestra como un gran fenómeno político, con casi todo a su favor”.