
Alonso Quijano
En México, mientras diversos estados reportan desabasto de gasolina, medicinas e insumos básicos, el gobierno federal ha decidido destinar millones de litros de combustibles a Cuba. La contradicción es evidente: mientras a los ciudadanos se les pide paciencia por supuestos problemas logísticos de distribución, buques cargados con crudo y derivados zarpan rumbo a La Habana con un valor que supera los cientos de millones de dólares.
De acuerdo con cifras oficiales, durante 2024 Pemex envió un promedio de más de 20 mil barriles diarios de crudo y casi 3 mil de derivados a Cuba, con un valor superior a 600 millones de dólares. Entre mayo y junio de 2025, el número de embarques rompió récord con 39 operaciones, por un valor que ronda los 850 millones de dólares. El ritmo de exportaciones hacia la isla ha crecido de manera acelerada en comparación con años anteriores, y todo apunta a que se mantendrá, pese a la crisis interna.
La situación se agrava porque los reportes de auditores independientes señalan que esos envíos se realizaron a precios subsidiados, lo que significa que, en los hechos, México está financiando el consumo energético cubano. Pemex, una empresa que arrastra una deuda histórica y que enfrenta pérdidas constantes, es utilizada como brazo político para sostener al régimen de La Habana, incluso cuando la ciudadanía mexicana enfrenta escasez de combustibles y de medicinas en hospitales públicos.
En paralelo, los argumentos oficiales para justificar la falta de gasolina en entidades como Chiapas, Nuevo León, Ciudad de México o Estado de México han sido problemas de transporte o de logística en la distribución. Sin embargo, la paradoja resulta insostenible: no hay suficientes pipas para surtir a gasolineras mexicanas, pero sí hay barcos suficientes para enviar millones de litros al extranjero.
El problema no solo es económico sino también político. Estos envíos han sido poco transparentes, al grado que ni el Congreso ni la opinión pública conocen con exactitud si se trata de donaciones, ventas a precios simbólicos o trueques disfrazados por servicios médicos. La opacidad es total y la narrativa oficial se limita a hablar de cooperación entre pueblos hermanos, mientras Pemex absorbe pérdidas millonarias que tarde o temprano se reflejan en el bolsillo de los mexicanos.
El costo de esta estrategia también puede ser diplomático. Estados Unidos mantiene sanciones extraterritoriales contra operaciones que beneficien directamente al régimen cubano, y México podría verse envuelto en presiones financieras en los mercados internacionales. Aun así, el gobierno insiste en proyectar solidaridad hacia afuera, aunque al hacerlo comprometa su estabilidad interna.
El balance es claro: regalar gasolina a Cuba mientras en México persiste el desabasto es un acto político que sacrifica las necesidades nacionales en nombre de una retórica ideológica. En lugar de garantizar que en casa haya combustible, medicinas y servicios, el gobierno prioriza su papel de salvavidas del castrismo. Una decisión que exhibe las prioridades de la administración actual y que, lejos de fortalecer a Pemex o al país, lo debilita aún más en su ya delicada situación económica.