Huichapan, cuna en la celebración del grito de independencia.


Juan Manuel Menes Llaguno | Cronista del Estado de Hidalgo 🖋


El 13 de septiembre de 1812, la ciudad de Huichapan, despertó en medio de un cielo totalmente nublado y bajo una pertinaz lluvia que “mojaba hasta el alma”. Desde horas muy tempranas, por las empedradas calles de la población se observa gran movimiento; contingentes a caballo y otros a pie, deambulaban en busca de lugares para desayunar y corrales para encargar a sus animales. Las vendedoras de tamales y atole, los panaderos, chiteros y chaluperas, no daban tregua a sus ventas y las filas de compradores eran cada vez más nutridas. Tal revuelo se originaba por la visita que ese día haría a aquel poblado, Don Ignacio López Rayón, quien después de la muerte del Padre Hidalgo había sido ungido como comandante supremo de las fuerzas insurgentes.

​Pero Rayón llegó por fin hasta después del mediodía, procedente de Tlalpuhaua, venía según cuenta el historiador Lucas Alamán a fin de asegurarse de la obediencia de los Villagrán, Julián y su hijo Chito, que habían sido satanizados por su displicente conducta en la región. La lluvia arreció cuando llegó el Comandante Insurgente, que era esperado por los Villagrán en una bella casona resaltada por sus bien talladas canteras, ubicada en el centro de la población. Allí encontró López Rayón a Julián, impecablemente vestido con un traje de chinaco y tocado con sombrero de ala ancha, el Chito –su hijo– iba ataviado con un traje de gamuza café claro y el sombrero del mismo color, colgado a la espalda. Rayón, después de disculparse por la tardanza debida a que decidió visitar la fortaleza de “Nadó” defendida por un grupo de Insurgentes, abrazó a don Julián, quien de inmediato ordenó se corriera la voz entre la población de la llegada del jefe Insurgente.

​El también Presidente de la junta de Zitácuaro, era acompañado por don Andrés Quinta Roo, quien custodiaba la imprenta insurgente, considerada como el arma más poderosa del movimiento independentista, era un verdadero almatroste, “fabricada con nuestras propia manos entre el fragor de la batalla” como señalara el doctor Coss, primero en haberla usado.

​La noticia sobre la llegada de las fuerzas Insurgentes, multiplicó el ingreso de campesinos procedentes de las muchas rancherías y haciendas cercanas, de modo que para las 6 de la tarde, la muchedumbre era tal, que el propio Rayón, quedó conmovido de las muestras de adhesión a la causa que comandaba. La crónica difundida de aquellos acontecimientos señala: “concurrió a su recepción un gentío numeroso y tanto la tropa como el vecindario de aquella población benemérita, demostraron las virtudes que caracterizan a un pueblo amante hasta el extremo, de sus legitimas autoridades y altamente poseído del amor masrespetuoso hacia la digna persona de López Rayón, quien recibió con sumo interés estas pruebas de subordinación y fidelidad”

​Después de emplazar a la tropa, Rayón se dirigió a la casa que como cuartel general tenían los Villagrán a un lado del Convento Franciscano, allí charlaron un buen rato, mientras se acondicionaban las habitaciones que alojarían a los ilustres visitantes. Al día siguiente antes que despuntará el sol, salieron Rayón y los Villagrán a inspeccionar los diversos puntos en que estaban pertrechadas tropas insurgentes en aquella zona y regresaron al anochecer.

​El 15 de septiembre, despertó Rayón en Huichapan, donde revisaría la redacción de unas hojas de propaganda insurgente, que circularían entre los pobladores, salidas precisamente de la imprenta que llevaba. Pero al percatarse de que al día siguiente se cumplirían dos años del inicio de la gesta proclamada por Hidalgo en el pueblo de Dolores, ordenó se realizara un festividad para recordar aquel hecho.

​La noticia de la celebración se difundió con gran rapidez y al día siguiente ya con un sol radiante, “Rayón con su escolta y oficialidad, acompañado de don Andrés Quinta Roo, asistió a la misa de gracias en la que predicó el brigadier D. Francisco Guerrero, habiéndose iluminado profusamente las principales calles mientras el ambiente era amenizado con bellísimas serenatas tocadas por las mejores bandas musicales del lugar para lograr que aquella celebración fuera un auténtica fiesta.

Desde el balcón del edificio lateral al Convento que hoy llaman “El Chapitel” El comandante insurgente y los Villagrán, pasaron revista a la nutrida tropa, en la que se encontraban además del contingente del propio Rayón, los de los Villagrán y sus adeptos, así como los hombres que a partir de esa fecha se sumarían a la causa.

Con ese motivo, la imprenta insurgente publicó más adelante un manifiesto, que fue signado el 16 de septiembre de 1812, en el Palacio Nacional de América Libre” de modo que momentáneamente, el Chapitel fue la sede del palacio de la nueva y libre nación a la que aspiraban aquellos insurgentes y el nombre de Huichapan quedaría inscrito en los anales de la historia, como el primer lugar donde se conmemoró “El Grito de Dolores”.

Después de 167 años de aquel acontecimiento, el Gobernador Jorge Rojo Lugo, rescataría ese fausto acontecimiento al recordarlo el 15 de septiembre de 1979, ayer se cumplieron 40 años de su rescate y 207 del hecho histórico.

En la gráfica que ilustra esta entrega, puede observarse al templo de San Mateo en Huichapan y en el margen inferior izquierdo, la venta del Chapitel ante la que desfiló el ejército insurgente, el 16 de septiembre de 1812.

Pachuca, Tlahuelilpan, septiembre de 2020.