El Abanico.



Juan Manuel Menes llaguno
Cronista del Estado de Hidalgo

Fama, aunque no muy grata, fue la que alcanzaba aún en los años cincuenta, sesenta, la ciudad de Pachuca, merced a una de las más socorridas actividades citadinas, herencia de las etapas de bonanza mineras del primer tercio del siglo veinte, me refiero al impresionante número de cantinas y pulquerías, establecidas, a lo largo y ancho de la geografía urbana de la capital del Estado de Hidalgo.

En ese entonces era más fácil identificar la ubicación de algún domicilio, ya en los barrios altos, ya en el centro, a través de su cercanía con cualquiera de esos negocios, así se decía, vivo por la “Bandera Roja” o cerca de “La Estudiantina”, arribita de “El Marinero”, etcétera. En estas circunstancias se podían diseñar periplos etílicos, por ejemplo en la calle de Ocampo, se empezaba en “El Regio” continuaba por “El Campeón”, “La Cumbancha”, “El Reloj de Arena” para terminar en “La Conchita”.

Otra ruta que los descarriados de entonces bien podían emprender, era la de la calle de Morelos, que iniciaba en “El Puerto de Llanes” tienda de licores y cantina ubicada frente al mercado “Primero de Mayo”, cuya taberna era atendida por el caballeroso asturiano Fernando González Ballina, se continuaba después por “La Nacional” del famoso “Churrero” un extraordinario refugiado Español, poco conocido por su verdadero nombre, que era Manuel Vidal, adorador a morir de “Tata Lázaro” como llamaba al general Lázaro Cárdenas; dos cuadras adelante se encontraba el “John’s Bar” preferido por los estudiantes, ya que allí se aceptaba el empeño de libros u otros útiles escolares; una cuadra más adelante se ubicaba “Los Tres Reyes” una de las mas viejas pulquerías de la ciudad y en la esquina siguiente “El T.O.K. Li” (El Teoocalli).

Centro de reunión para los litigantes que asistían a la “Casa Colorada”, asiento del Tribunal Superior de Justicia fueron: “La Perla de Hidalgo” situada en la esquina de Arista e Hidalgo y “El Intermezzo” en la esquina de Arizpe e Hidalgo, aunque podía incluirse también la de “Los Parranderos”. Otro recorrido podía realizarse por la calle de Abasolo, de “La Bandera Roja” a “La Vaquita”, pasando por “Las Lindas Mexicanas”, “El Quinto Patio”, “La Unión de las Américas” y “La Barata”, con desviaciones al “Atorón”, “La Gloria”, “La Única”, “La Estudiantina”, “La Nueva Estrella” y no se cuantas mas que no recuerdo.

En Guerrero el recorrido podía empezar en “El Tráfico”, para continuar con “El Marinero” o “El Bar Cuco” rescoldo en la calle de Galeana de la multitud de estos centros en el inicio del siglo veinte, seguiríamos después con “Los Cuatro Vientos” en la esquina de Doria donde también se encontraba “El Salón Corona” heredero de las glorias del “Benadíaz” así como la cantina denominada “Don Quijote”, ya nuevamente en Guerrero, se encontraba “La Jalisciense” en la esquina con Rosales y más adelante “La Lonja” en el cruce con Romero, donde la Tapatía daba cabida a los comerciantes del Mercado de Barreteros y finalmente “La Marítima” en la esquina con Covarrubias, muchas más se me quedan en el tintero como el Bar de “Los Baños”, “El Talín”, “el Salón Diana” del famoso “Bigotes” y muchas más, cuyos nombres cubrirían al menos tres notas como esta, sobre todo si se incluyen las de los barrios altos, muchos de los cuales llevaban el nombre de la cantina mas afamada en su asiento.

Pero lo que más llamaba la atención, sobre todo para los habitantes de la cercana ciudad de México, fue la “Zona de Tolerancia” mejor conocida como “Zona Roja” o la “Sonaja”, perímetro que estuvo hasta los años 50´s en la Plaza de de Tres Guerras” a una cuadra del Casa Rule –Palacio gobierno hasta el año de 1970– de donde aquel centro de esparcimiento varonil, fue trasladado por el gobernador Vicente Aguirre, unos metros más arriba en la confluencia del entonces callejón de Santiago y la calle de Valentín Gómez Farías.

En este último lugar, además de bares y cabarets, como: “El Nidito”, “El Palmar”, “El Salón México”, “El Cairo”, “El Pigale” y “La Negrita”, existían medio centenar de cuartos redondos, llamados “accesorias”, donde se ejercía de manera pública la prostitución, aunque de forma controlada –las sexoservidoras eran revisadas cada semana por las autoridades de salubridad– y como en la ciudad de México estaba totalmente prohibida tal actividad, muchos habitantes de aquella metrópoli, venían a Pachuca.

Un moderno cabaret, era símbolo de todo lo que significaba a la zona de tolerancia pachuqueña, “El Abanico” construido y administrado en principio por la enigmática “María Teresa” y después por aquel sexagenario emblemático “Don Pepe” que acudía todos los domingos a los partidos de futbol del Pachuca, a quien se atribuía por cierto, el invento de la famosa porra “pachus, pachus ra, ra” que coreaba acompañado de dos o tres alcoholizadas suripantas. Finalmente el cabaret quedó en manos del afamado italiano Oscar Trossino, quien era su dueño cuando el Presidente Municipal Eduardo Valdespino Furlong, cerró definitivamente la Zona de Tolerancia.

Allá en los sesentas, se decía que si el Gobierno del Estado había creado la “La Casa de la Mujer Hidalguense” en la entonces naciente Plaza Juárez, para la distracción y formación de las integrantes de ese género, María Teresa creó en “El Abanico” a “La Casa del Caballero Hidalguense” para esparcimiento del género masculino. A ese cabaret asistían, pobres y ricos, viejos y jóvenes, mineros, profesionistas, obreros, intelectuales y en general todos aquellos que culminaban en su variedad de media noche, las comidas y fiestas aburridas iniciadas al medio día.

Viernes y sábados, el torrente de parroquianos, se duplicaba con multitud de visitantes fuereños, a quienes se les veía deambular desorientados, preguntando aquello, de “Donde esta la sonaja”, sitio idóneo para los descarriados de aquí o de fuera.

Pachuca Tlahuelilpan octubre 2020.