Contra la tauromaquia.



La tauromaquia es una práctica que se ha vuelto muy polémica en tiempos recientes, y en este sentido, estoy muy seguro que mi opinión al respecto va a generar polémica y puede que moleste a más de alguno. Sin embargo, quise aprovechar este espacio para expresar mi sentir contra esta práctica que, por más milenaria o cultural sea, me parece aberrante y que considero debe desaparecer.

No me voy a centrar del todo en la discusión actual, que si dicha práctica debe estar prohibida o no: por lo general, quienes apelan a la libertad para defender estas prácticas (generalmente desde una postura conservadora) suelen abogar por actos prohibitivos en otros rubros. Argumentaré por qué esta práctica me parece aberrante.

Primero, antes que nada, hay que recordar que el punto culmen de esta práctica es la muerte del animal por razones de ocio o entretenimiento y ello es muy fácil de abstraer. Muchos de los pro-taurinos argumentan que quienes nos oponemos a esta práctica no la conocemos bien, no conocemos la tradición, la cultura o el “arte” que existe detrás. Que si el traje de luces o el movimiento del torero, pero nada de ello niega la realidad: la muerte de un animal por placer.

La tauromaquia refleja el dominio del hombre sobre la bestia, lo cual en sí no es malo: tenemos capacidad de dominio de los animales porque tenemos mayor inteligencia que ellos. Sin embargo, la civilización humana es una que con el tiempo va evolucionando, y si algo hemos aprendido con el tiempo, sobre todo en las sociedades más civilizadas, es el respeto por el entorno de tal forma que el ser humano maximice la satisfacción de sus necesidades generando el menor impacto posible en el ecosistema. Es imposible no causarle un daño, pero, sí es posible lograr que la afectación será mucho menor si satisfacemos nuestras necesidades de esta forma.

No se trata, aclaro, de tomar una postura especista radical, sino una postura más bien consciente y pragmática. Es cierto que todas las especies se matan unas a otras para sobrevivir, pero el ser humano, al ser dotado de una inteligencia superior, puede encontrar formas de sobrevivir sin tener que sacrificar su calidad de vida, al tiempo que adquiere un respeto por el entorno cada vez mayor. Como nuestro ecosistema no es infinito, el respeto por éste se vuelve cada vez más necesario a largo plazo incluso para nuestra misma satisfacción de necesidades.

Posiblemente seguiremos prescindiendo de la vida de los animales para alimentarnos, pero es cierto que algunas personas han reducido su consumo animal (y otras incluso la han eliminado) con el fin de reducir el impacto sobre estas especies. También es cierto que los avances tecnológicos pueden hacer que estas prácticas vayan induciendo el menor sufrimiento posible a las distintas especies. Esta relación de nuestra especie con el animal, cada vez menos violenta, nos obliga a prescindir de las prácticas más innecesarias que lleve a la muerte de los animales: y por sentido común sabemos que ni la tauromaquia ni la caza son necesarias para nuestra satisfacción de necesidades primarias.

Un argumento de los pro-taurinos es que esta industria genera empleos y alimenta bocas, lo cual es cierto, pero en esa argumentación olvidan que el dinero que se gastaba en asistir a estos espectáculos se gastará en otras formas de entretenimiento, en ropa o en dispositivos electrónicos que tendrán una mayor demanda y, por tanto, generarán más empleos. Claro, este argumento puede servir para implementar políticas públicas para que, en caso de que estas prácticas desaparezcan o se prohiban, el impacto sobre la gente perjudicada sea menor, pero no sirve para justificar la existencia de esta práctica. Si la justificación es esta, entonces la innovación sería criticable ya que los nuevos productos desplazan a los viejos junto con los empleos que estos últimos generaban. De igual forma, bajo este mismo supuesto, podría justificarse la prohibición de Uber en aras de mantener los empleos de los taxistas.

Otro argumento tiene que ver con la libertad de elección. Se argumenta que al prohibir la tauromaquia se pierden libertades. Que se defienda la libertad de elección y decisión del ser humano no implica que absolutamente todo esté permitido y vivamos en una suerte de anarquía donde todos los hombres tienen derecho a hacer todo (como diría Hobbes). Nadie en su sano juicio considera que es un acto de libertad de expresión que una persona maltrate y violente a un perro o un gato en la calle por diversión.

También argumentan que si la tauromaquia desapareciera, desaparecería con ello el toro de lidia. Ello podría ocurrir así porque la existencia de este toro se explica por la intervención humana. Sin ella, esta raza de toro podría no seguir existiendo. Que una raza de alguna especie se extinga no es per sé algo malo: ello ha ocurrido un montón de veces y forma parte del equilibrio del ecosistema. El problema ocurre cuando una raza o especie se extingue producto de la intervención humana porque ello habla de la afectación que nuestra especie causa a nuestro ecosistema. Dicho esto, si esta raza desapareciera, no ocurriría por la intervención humana, sino por la decisión del humano de no intervenir. El animal (el toro) no desaparecería. Por otro lado, ello no quiere decir que no se puedan tomar acciones para preservar a esta raza si así hay quien lo deseé.

Se argumenta, además, que estos toros tienen una “gran calidad de vida” antes de ser llevados al ruedo, pero ello podría ser análogo a justificar, por ejemplo, la esclavitud de una persona bajo el argumento de que en su infancia se le alimentó muy bien para que después se convirtiera en un esclavo fuerte y más eficiente. La “gran calidad de vida” no es producto de la bondad de aquellos que son parte del negocio de la tauromaquia. Ocurre más bien porque ello es útil para tener toros competitivos y físicamente saludables que satisfagan el negocio de quienes están involucrados en éste.

Añaden que por qué la preocupación por los animales cuando muchos seres humanos son asesinados, como si tuviéramos derecho a maltratar a los animales hasta que haya cero asesinatos en la tierra. Claro está que para nuestra especie velar por nosotros mismos es prioritario sobre los animales, incluso para nuestra supervivencia: podemos matar a un animal si amenaza nuestra integridad o si necesitamos alimento, pero una cosa no excluye a la otra. Cualquier persona decente está de acuerdo que matar a un ser humano (a menos que sea por defensa propia) es una aberración, incluso las guerras nos parecen menos “románticas que en el pasado porque valoramos más la integridad de los seres humanos”, quien salga de esta concepción (que crea que está bien matar a alguien) es mirado con muchísimo recelo y se le considera una amenaza. Matar a un gato por diversión (aunque sea menos preocupante que el caso de nuestra especie) ya es visto de manera similar. ¿Por qué la tauromaquia debería tener un trato diferente? ¿Porque es una tradición o es “cultura”?

Y por cierto, el argumento de la cultura y las tradiciones me parece el más endeble. La sociedad es dinámica y cambiante, no es estática. Una tradición debe mantenerse en tanto esta sea útil en el contexto en el que se encuentra y enaltezca al ser humano. La tauromaquia no cumple con ninguna de ambas cosas. Las tradiciones deben revisarse periódicamente de tal forma que se mantengan aquellas que sean útiles para la sociedad y desaparezcan aquellas que sean nocivas, perjudiquen al individuo o su entorno. Ciertamente, algunas personas argumentarán que la durabilidad de las tradiciones pueden darnos una pista de su eficacia y utilidad, pero ello no siempre ocurre así y prácticas que nos han acompañado en la mayor parte de nuestra historia humana hoy nos son repudiables, como la esclavitud.

Si una tradición se va a defender, se debe dar una justificación para su defensa que va más allá de su simple condición de tradición. Si la separación de poderes en Estados Unidos se considera una tradición por los Padres Fundadores y esta idea resulta funcional en nuestros tiempos (cosa que lo es) entonces debe mantenerse y defenderse (por cierto, en Estados Unidos, país de libertades, la tauromaquia que implique el daño o la matanza de un animal está prohibida), pero si no es útil o es nociva, como ocurre, por un decir, con el duelo o el sacrificio humano en las sociedades indígenas, entonces debe desecharse. Defender las tradiciones por el mero hecho de ser tradiciones nos condenará al estancamiento como especie.

Tampoco podemos justificarlo bajo la idea de la identidad cultural. Dudo que en México la tauromaquia (como lo puede ser más en España) sea uno de los elementos más importantes de nuestra cultura. Además, muchas de las prácticas o actitudes que daban identidad a nuestra cultura se han vuelto obsoletas o simplemente han desaparecido, al tiempo que se mantienen muchas otras que dignifican a nuestro país y hacen que los individuos nos sintamos orgullosos de nuestra nación.

Para finalizar, si bien la tauromaquia es una manifestación cultural, no se puede considerar un arte. Que Picasso o algunos otros artistas hayan pintado o escrito sobre la tauromaquia no la convierte en un arte (arte, en todo caso serían sus obras) de la misma forma que la guerra no es arte por el hecho de que se haya escrito mucha poesía o se hayan pintado muchos cuadros alrededor de ella. Es cierto que pueden haber expresiones estéticas alrededor de la práctica que puedan ser ligadas con lo artístico, pero de igual forma no podemos considerar al futbol un arte en el sentido estricto porque las empresas que fabrican los jerseys buscan que éstos sean estéticos, agradables a la vista o expresen algo (por ejemplo, elementos que expresen algo de la ciudad donde reside el equipo). No podemos considerar arte los movimientos de los toreros así como no consideramos arte en el sentido estricto las gambetas de Leo Messi por más las admiremos.

La tauromaquia es una práctica bárbara, donde la matanza del animal es el momento cumbre en esta práctica, la culminación del dominio del individuo sobre la bestia quien se vuelve triunfante: las luces, los protocolos, el colorido y los símbolos que dan identidad a esta práctica y bajo lo cual se justifica su condición de tradición y cultura, se vuelven accesorios a este crucial momento.