Xi Jinping perdió el control de los mercados.



Julio Gálvez

Este año ha sido testigo de un viaje tumultuoso para los inversores en acciones chinas. Mientras el índice S&P 500 de Estados Unidos alcanzaba máximos históricos, los mercados de China y Hong Kong sufrían una pérdida de 1.5 billones de dólares solo en enero. Los inversores minoristas expresaron su frustración en las redes sociales chinas, y la situación fue tan crítica que el 6 de febrero el presidente chino, Xi Jinping, fue informado y al día siguiente destituyeron a Yi Huiman, el jefe del regulador de valores de China. A pesar de una leve recuperación gracias a las compras de acciones por parte de empresas estatales, el panorama general es sombrío, con una disminución del valor de mercado de las acciones en China y Hong Kong cercana a los 7 billones de dólares desde su punto máximo en 2021, una caída del 35%.

Hace menos de una década, los mercados chinos estaban en auge, atrayendo inversores extranjeros entusiastas por el potencial de la economía en ascenso. Sin embargo, hoy la confianza en el gobierno chino como administrador confiable se ha desvanecido, con consecuencias graves para el crecimiento de China. La política vacilante de Xi, especialmente en el sector tecnológico, ha minado la confianza de los inversores. La gestión de la crisis inmobiliaria y la preocupación por la relación deteriorada con Estados Unidos han llevado a meses de ventas netas de acciones chinas por parte de inversores extranjeros.

El impacto se extiende más allá de las fronteras, ya que Hong Kong, que representa las tres cuartas partes de su capitalización bursátil, ha perdido su posición ante India como el cuarto mercado de valores más grande del mundo. Los inversores extranjeros, una vez entusiastas con la inclusión de China en índices mundiales, ahora evitan productos que la involucren, dirigiendo su atención hacia India y Japón.

Lo más alarmante es la pérdida de confianza entre los inversores chinos. Tras décadas de crecimiento, los ricos de China enfrentan una disminución en sus fortunas, afectando el consumo y las decisiones de inversión. La salida de capital, evidenciada por la preferencia por fondos más seguros, podría impactar negativamente en el crecimiento de China. El control estatal se intensifica con la reciente intervención del gobierno para frenar las ventas en corto y ordenar la compra de acciones por parte de empresas estatales, revelando la desconfianza en los mercados.

Xi Jinping parece estar consciente de la situación, despidiendo a funcionarios e interviniendo en los mercados para estabilizar los precios de las acciones. Sin embargo, estas medidas refuerzan la percepción de desconfianza en los mercados chinos. A pesar de la necesidad de un cambio significativo, la firme creencia de Xi en el control total del Partido Comunista complica la posibilidad de recuperar la confianza de los inversores. La incertidumbre política y económica en China deja a los inversores extranjeros y nacionales en un estado de cautela, poniendo en peligro el futuro crecimiento económico del país.