El Big Brother llamado Morena.



Jorge Montejo.

¡Oh, qué sorpresa! Después de 95 años de los misma forma de hacer política, Morena decide innovar trayendo más de lo mismo al show. ¿Quién hubiera pensado que optarían por sus ídolos, la misma tropa de funcionarios oportunistas que no llevaban ni meses en el gobierno pero ya buscaban una candidatura, otros personajes acusados de delitos repugnantes contra menores, caciques y traidores de antaño de otros partidos? ¡Ah, la frescura del cambio!

¿Qué mejor manera de demostrar un compromiso con la renovación que llenando las filas con aquellos que han saltado de un puesto a otro como expertos en el trapecio político? ¡Bravo! ¡Una ovación para los artistas del circo del poder!

Parece que el único requisito para la legitimidad es haber asistido a uno de esos cursos express de formación política que, sinceramente, podrían ser más entretenidos que cualquier serie de Netflix. ¡Qué gran pantalla para los mismos actores de siempre!

Fue como ver un episodio de Big Brother, donde los espectadores (o más bien, el big brother) deciden quién es el afortunado ganador mientras las bases de Morena se esfuman lentamente por la puerta de atrás del show. ¿Quién necesita democracia cuando puedes tener un buen espectáculo de simulación?

Y luego llega Menchaca, el héroe del cambio. Bueno, tal vez no tanto. Pero al menos representa un nuevo grupo de interés, ¿verdad? Sí, uno que milagrosamente surgió con su ascenso al trono estatal, sin identidad, con personajes que brincan de un partido a otro en la búsqueda del dinero y los bienes materiales. 

¿Qué mejor manera de comenzar que aliándose con el sindicato de maestros corruptos de Elba Esther Gordillo? ¡Claro, eso es exactamente lo que la base de Morena esperaba! ¿Quién necesita principios cuando puedes tener amigos en lugares "interesantes"?

El objetivo es cristalino como el agua turbia: desplazar y fragmentar el movimiento democrático para que los mismos de siempre sigan disfrutando de sus privilegios, mientras simulan una transformación tan genuina como un billete de tres pesos. ¡Larga vida a la simulación!