Los Yunes: De Amos del Poder a Marionetas de Morena



Jorge Montejo 

En una escena que parecía sacada de un sketch de comedia política, Miguel Ángel Yunes Linares hizo su triunfal visita al Senado para ver a su cachorro bien alimentado por la 4T. Ahí estaba su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez, recibiendo su pago por servicios prestados: la presidencia de la Comisión de Hacienda, cortesía de Morena, por haber vendido su voto a favor de la reforma judicial. Pero el verdadero espectáculo no fue el intercambio de favores, sino la manera en que Adán Augusto López llevó de la correa al nuevo aliado de la transformación.

¿Y cómo se sabe que alguien ha sido domado por completo? Fácil, cuando el titiritero ya ni se esfuerza en disimular los hilos. Ahí estaba Adán Augusto, con la mano bien firme en el cuello del hombro de Yunes Márquez, como si estuviera ajustando los controles de su nueva marioneta. Y mientras el hijo recibía su premio, el padre sonreía satisfecho, quizá recordando los tiempos en los que él era el que movía los hilos en Veracruz. Pero los años pasan y los jefes cambian, así que ahora le toca ser el espectador de cómo su dinastía se integra, obediente y disciplinada, a la maquinaria morenista.

Porque si algo ha quedado claro es que en la política mexicana no hay ideologías, solo oportunidades de negocio. Yunes Márquez, ex panista de cuna, hijo de un gobernador azul de hueso colorado, terminó vendiendo su dignidad política por una comisión en el Senado. ¿Principios? ¿Convicciones? Eso es para los ilusos. Aquí lo que importa es asegurar el siguiente escaño, aunque sea al costo de lamerle las botas a quienes hace poco jurabas combatir.

Y mientras tanto, Yunes Linares, el viejo lobo de mar de la grilla veracruzana, tuvo que presenciar el momento en que su hijo ya no le pertenece al panismo, sino a la 4T. Quizá se le cruzó por la mente que alguna vez él también fue el que dictaba las reglas del juego, el que jalaba las cuerdas de sus propios títeres. Pero la vida da vueltas, y ahora, en lugar de ser el ventrílocuo, es el papá orgulloso de un muñeco que responde a otro amo.

Así es la política en México: los nombres cambian, los partidos se intercambian jugadores, pero el show de las marionetas sigue siendo el mismo. Y mientras unos mueven los hilos, otros solo pueden sonreír y asentir, esperando su turno para ser jalados de nuevo. ¿Quién dice que la 4T no ha transformado nada? Ahora hasta los Yunes bailan al ritmo de Morena.