Justicia Selectiva: en Morena el fuero es para los suyos, el olvido para las víctimas



Alonso Quijano 

En México hay causas que merecen la defensa de toda una bancada… y otras que, bueno, mejor ni hablar. Esta semana lo volvió a dejar claro la clase política: cuando Cuauhtémoc Blanco enfrenta una denuncia por presunto abuso sexual, ahí sí, la maquinaria de la 4T se enciende, se cierran filas, se corea “¡No estás solo!” y se aplica la táctica del carpetazo con la precisión de un pase al área chica. Pero si las víctimas son niñas violentadas en Zimapán, el silencio es la única consigna.

Lo más patético fue ver a las diputadas federales de Morena por Hidalgo —sí, esas que se dicen feministas y defensoras del pueblo— levantar la mano, todas como obedientes levantadedos, para proteger a Cuauhtémoc Blanco sin titubear. Ahí no hubo dudas, ni reservas, ni llamados al análisis jurídico. Ahí sí se creyeron que todo era una trampa política. Pero cuando hay pruebas sólidas, testimonios desgarradores de niñas y omisiones criminales del Estado en el caso Zimapán, entonces prefieren mirar hacia otro lado. En lugar de respaldar a las víctimas, parecen salir en defensa de los violadores.

Apenas se ventiló la solicitud de desafuero contra el exfutbolista y actual diputado de Morena, la defensa fue inmediata. La presidenta de la República lo puso en contexto –claro, el contexto siempre ayuda cuando se trata de proteger a los suyos– y acusó al exfiscal de Morelos de ser un encubridor de feminicidas. El senador Fernández Noroña, siempre elocuente, calificó la denuncia como un “regalito” malintencionado. Las diputadas morenistas, con camiseta bien puesta, corearon que Cuauhtémoc no está solo. Y así, en un abrir y cerrar de curul, se le salvó el pellejo.

En contraste, cuando el escándalo de Zimapán estalló, con niñas violentadas, un juez que ignoró las denuncias y un presunto violador prófugo que mágicamente recibía contratos públicos del Gobierno de Hidalgo, el respaldo político brilló por su ausencia. Nadie salió a gritar “¡No están solas!”. Ningún legislador hidalguense pidió justicia con el mismo ímpetu con el que se apersonan para defender a un ídolo del balón. Nadie llevó flores, ni discursos, ni indignación al Congreso. Tal vez, porque en este caso no hay reflectores… solo víctimas.

Lo más irónico (o trágico, depende del humor con el que uno lo lea) es que el presunto agresor de Zimapán seguía cobrando del erario mientras andaba “desaparecido”. Todo indica que si pateas un balón con talento, la política te cuida. Pero si eres una niña pobre que denuncia violencia, apenas si te escucha el eco.

En el país del “no estás solo”, conviene preguntarse: ¿y quién está con las niñas de Zimapán? Porque parece que ahí nadie quiere meter ni un solo gol… ni las manos.