La carretera Real del Monte-Huasca: un legado de AMLO que Claudia Sheinbaum lleva a su destino final



Alonso Quijano 

Omitlán de Juárez, Hidalgo. La inauguración de la carretera Real del Monte-Huasca no es solo la puesta en marcha de una vía de comunicación; es también la confirmación de un compromiso cumplido por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde el inicio de su mandato apostó por el desarrollo del sureste y el centro del país con infraestructura útil, digna y transformadora. Esta obra, como muchas otras, nació bajo su visión de conectar al México profundo con oportunidades reales de crecimiento.

Con una inversión superior a los 5 mil 500 millones de pesos, esta carretera de casi 10 kilómetros —con viaductos, túneles y pasos vehiculares— es testimonio de lo que AMLO planeó y dejó debidamente etiquetado y avanzado para su conclusión. El que hoy se inaugure no es sino la prueba de que cuando la política se ejerce con ética y visión de Estado, los proyectos trascienden a los sexenios y no se entierran con las transiciones de poder.

La presidenta Claudia Sheinbaum, coherente con el mandato popular que la eligió bajo la bandera de la Cuarta Transformación, ha asumido la responsabilidad de dar continuidad a estos proyectos con claridad y sin protagonismos innecesarios. Lo dijo con firmeza durante la ceremonia: “somos la continuidad de lo que inició el presidente López Obrador”. Y eso, más allá de una declaración política, es un acto de congruencia institucional.

El desarrollo de Hidalgo, y en particular de su sierra alta, no puede entenderse sin este tipo de obras que mejoran el acceso, impulsan el turismo y fortalecen las economías locales. Gracias a la visión inicial de López Obrador y al impulso final de Sheinbaum, hoy esta carretera une más que dos puntos geográficos: une voluntades, regiones y sueños de transformación.