
Jorge Montejo
Durante décadas, en los tiempos dorados del PRI, las encuestas no eran herramientas de análisis democrático, sino instrumentos de propaganda política. Se usaban como tambores de guerra electoral: antes de que empezara la contienda, ya se había declarado al ganador. Con nombres rimbombantes, gráficas coloridas y márgenes inflados, las casas encuestadoras servían para moldear la percepción pública, no para medirla. El mensaje era claro: “¿Para qué votas si ya ganamos?”
Ese viejo modelo —que muchos pensaban enterrado— ha sido resucitado por Morena, con la misma fórmula, solo que ahora con ropaje de “transformación”. Desde semanas antes de las campañas, los titulares ya anuncian ventajas de 30, 40 o hasta 50 puntos sobre la oposición. ¿Con base en qué? En encuestas que muchas veces no transparentan metodología, no son auditables o se difunden desde portales afines al poder.
Así, Morena ha entendido que no se trata solo de ganar la elección, sino de hacer creer que ya la ganó. Este fenómeno psicológico, conocido como “bandwagon effect” o efecto de arrastre, empuja a muchos indecisos a votar por quien parece imparable, y a otros tantos a desistir del voto si perciben que su opción no tiene posibilidades.
A esto se suma el otro ingrediente clásico del manual priista: el acarreo. Morena, que prometió enterrar esas prácticas, las ha perfeccionado. Testimonios, videos y reportajes dan cuenta de transporte masivo de votantes, promesas de apoyos sociales a cambio de presencia en mítines, y estructuras territoriales que recuerdan a los viejos “mapaches electorales”.
En resumen, Morena no está combatiendo al viejo régimen: está compitiendo con él en técnicas. Y lo peor es que lo hace desde el poder, con recursos públicos, con una narrativa de superioridad moral que maquilla lo que, en el fondo, es una estrategia de control político reciclada.
Porque si el PRI usaba las encuestas para fingir legitimidad, Morena las usa para fabricar consenso. Y en ambos casos, es la democracia la que pierde frente al espectáculo del poder absoluto.