
Como que no querían detener a César Mora por la Estafa Siniestra, cayó ante la migra por su vida ostentosa en Estados Unidos
#Opinión | Jorge Montejo
17/06/2025
En el edén político de Hidalgo, donde la democracia es un espectáculo tan convincente como la lucha libre, la corrupción de alto nivel siempre tiene boleto de palco. Aquí, el capitalismo de amigos no solo es tradición: es la religión oficial. Empresarios de “cuello blanco” –si es que alguna vez han usado uno limpio– y políticos profesionales han perfeccionado el arte de repartirse el pastel presupuestal como si fuera pan de feria, y cuando las cosas se complican, la justicia mexicana saca su mejor disfraz y nos regala el show de siempre: la gran cacería de ratones, nunca de los gatos gordos.
La historia reciente es de antología: cuando el sexenio de Fayad necesitó tapar el desastre de Olvera, nos vendieron el teatrillo de la estafa en radio y televisión de Hidalgo. Detuvieron a puro político de medio pelo, mientras los verdaderos titiriteros del gran saqueo seguían orquestando sus negocios desde la sombra, o desde alguna embajada para los afortunados. Nada nuevo bajo el sol hidalguense, donde los cambios de gobierno solo significan cambiar de manos el botín, nunca devolverlo.
La receta es infalible. Cada sexenio, la justicia saca a relucir el mismo guion: detención de políticos de bajo perfil, rueda de prensa con bombo y platillo, y promesa solemne de “acabar con la corrupción”. El público aplaude, los periodistas anotan, y los de siempre se frotan las manos. Santiago Nieto, el justiciero de moda, repitió la fórmula con la llamada “Estafa Siniestra”: una red de presidentes municipales desviando recursos para apoyar el capricho sucesorio de Omar Fayad. ¿Resultado? Más de lo mismo: escándalo mediático, unos cuantos alcaldes sudando frío, y los peces gordos nadando tranquilos en las aguas turbias de la impunidad.
Y ahora, como parte del circo sexenal, tenemos el episodio de César Román Mora Velázquez, ex contralor de Hidalgo y estrella invitada en el reparto de la Estafa Siniestra. Detenido en Miami, no por corrupto, sino por indocumentado –un giro tragicómico digno de un culebrón caribeño–, podría regresar a México libre como el viento gracias a un tecnicismo migratorio y, por supuesto, a la magia de los amparos federales, ese escudo invisible de los saqueadores de cuello blanco. Mientras tanto, la Procuraduría de Hidalgo finge tener todo bajo control, con órdenes de aprehensión listas para aplicarse “si la ley lo permite”. Faltaba más.
Según los cargos, Mora Velázquez desvió más de 522 millones de pesos usando empresas fantasma, contratos simulados y hasta software espía que jamás llegó. Pero, claro, entre la justicia de cartón y los jueces “independientes”, no le faltarán recursos para evadir la cárcel, al menos hasta que otro escándalo necesite cortina de humo o hasta perseguir adversarios políticos.
Por si fuera poco, el actual contralor, Álvaro Bardales, revela que el mismísimo Omar Fayad, hoy disfrutando del clima noruego como embajador, aparece en documentos clave de la investigación. Pero tranquilos, nos dice, la Fiscalía sigue “trabajando”. Faltaba más: hay que mantener la ilusión de justicia, aunque todos sepamos que el sistema solo sirve para reciclar culpables menores y dejar intacta la red de protección política.
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿hasta dónde llega la red de impunidad que protege a César Mora Velázquez y compañía? En Hidalgo, la respuesta siempre es la misma: hasta donde convenga al negocio. El pueblo, mientras tanto, seguirá aplaudiendo el show, hasta que se apaguen las luces y comience la función del próximo sexenio.
17/06/2025
En el edén político de Hidalgo, donde la democracia es un espectáculo tan convincente como la lucha libre, la corrupción de alto nivel siempre tiene boleto de palco. Aquí, el capitalismo de amigos no solo es tradición: es la religión oficial. Empresarios de “cuello blanco” –si es que alguna vez han usado uno limpio– y políticos profesionales han perfeccionado el arte de repartirse el pastel presupuestal como si fuera pan de feria, y cuando las cosas se complican, la justicia mexicana saca su mejor disfraz y nos regala el show de siempre: la gran cacería de ratones, nunca de los gatos gordos.
La historia reciente es de antología: cuando el sexenio de Fayad necesitó tapar el desastre de Olvera, nos vendieron el teatrillo de la estafa en radio y televisión de Hidalgo. Detuvieron a puro político de medio pelo, mientras los verdaderos titiriteros del gran saqueo seguían orquestando sus negocios desde la sombra, o desde alguna embajada para los afortunados. Nada nuevo bajo el sol hidalguense, donde los cambios de gobierno solo significan cambiar de manos el botín, nunca devolverlo.
La receta es infalible. Cada sexenio, la justicia saca a relucir el mismo guion: detención de políticos de bajo perfil, rueda de prensa con bombo y platillo, y promesa solemne de “acabar con la corrupción”. El público aplaude, los periodistas anotan, y los de siempre se frotan las manos. Santiago Nieto, el justiciero de moda, repitió la fórmula con la llamada “Estafa Siniestra”: una red de presidentes municipales desviando recursos para apoyar el capricho sucesorio de Omar Fayad. ¿Resultado? Más de lo mismo: escándalo mediático, unos cuantos alcaldes sudando frío, y los peces gordos nadando tranquilos en las aguas turbias de la impunidad.
Y ahora, como parte del circo sexenal, tenemos el episodio de César Román Mora Velázquez, ex contralor de Hidalgo y estrella invitada en el reparto de la Estafa Siniestra. Detenido en Miami, no por corrupto, sino por indocumentado –un giro tragicómico digno de un culebrón caribeño–, podría regresar a México libre como el viento gracias a un tecnicismo migratorio y, por supuesto, a la magia de los amparos federales, ese escudo invisible de los saqueadores de cuello blanco. Mientras tanto, la Procuraduría de Hidalgo finge tener todo bajo control, con órdenes de aprehensión listas para aplicarse “si la ley lo permite”. Faltaba más.
Según los cargos, Mora Velázquez desvió más de 522 millones de pesos usando empresas fantasma, contratos simulados y hasta software espía que jamás llegó. Pero, claro, entre la justicia de cartón y los jueces “independientes”, no le faltarán recursos para evadir la cárcel, al menos hasta que otro escándalo necesite cortina de humo o hasta perseguir adversarios políticos.
Por si fuera poco, el actual contralor, Álvaro Bardales, revela que el mismísimo Omar Fayad, hoy disfrutando del clima noruego como embajador, aparece en documentos clave de la investigación. Pero tranquilos, nos dice, la Fiscalía sigue “trabajando”. Faltaba más: hay que mantener la ilusión de justicia, aunque todos sepamos que el sistema solo sirve para reciclar culpables menores y dejar intacta la red de protección política.
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿hasta dónde llega la red de impunidad que protege a César Mora Velázquez y compañía? En Hidalgo, la respuesta siempre es la misma: hasta donde convenga al negocio. El pueblo, mientras tanto, seguirá aplaudiendo el show, hasta que se apaguen las luces y comience la función del próximo sexenio.