
Jorge Montejo
26 de julio de 2025.
Cuando Andrés Manuel López Obrador aún estaba en su apogeo político, no faltaron los oportunistas que, oliendo el aroma del poder, saltaron como chapulines desde otras fuerzas políticas hacia Morena. En aquellos días, las fotos de estos personajes haciéndole la barba al líder eran comunes; todos sonrisas, abrazos y gestos exagerados de lealtad que hoy provocan carcajadas en las plazas públicas.
La llegada de estos personajes nunca pasó desapercibida, y ahora que AMLO ha salido gradualmente del escenario político, el pueblo comienza a pasarles factura. A los que llegaron de otros partidos, aquellos que renegaban del movimiento y repentinamente fueron más morenistas que Morena, hoy los persigue el fantasma del repudio popular. La gente no olvida que ganaron cargos gracias al efecto AMLO, y no por méritos propios.
Y es que los oportunistas políticos, al igual que los malos comediantes, nunca sobreviven al final del espectáculo principal. Sin su estrella principal, ahora están desnudos frente a un público que, hastiado de tanta adulación barata, ya no les compra el mismo discurso reciclado. Por eso, cuando Andy López Beltrán, hijo del presidente, apareció fotografiándose con cada uno de estos personajes, los ingenuos pensaron que venía una bendición futura. Pero la realidad parece ser otra: más bien los exhibió para sentenciarlos políticamente.
Estas imágenes fueron el epitafio político para los chapulines, pues Andy no los incorporó por simpatía o admiración, sino para colocarlos en la vitrina pública y así garantizar que, una vez retirado su padre, estos oportunistas no pudieran esconderse. Hoy, se enfrentan al escarnio de un pueblo que los ve por lo que realmente son: políticos sin sustancia que vivieron a la sombra de AMLO, y que sin él, son tan relevantes como una selfie vieja en el teléfono olvidado de un adolescente.
Mientras tanto, las auténticas bases del obradorismo, aquellas que sufrieron, lucharon y resistieron desde abajo, quedaron intactas en su dignidad. Puede que algunos no hayan obtenido grandes cargos o reflectores mediáticos, pero conservan la coherencia, el respeto de los ciudadanos y la dignidad de saber los protagonistas del cambio verdadero.
En cambio, los chapulines, esos barberos profesionales de la política, ahora se retuercen en el olvido o en la burla. Sin AMLO, su peso político se desvanece como espuma barata de jabón. Y al final, el pueblo, con su sarcasmo popular, les recuerda que los oportunistas tienen fecha de caducidad y que su legado en la política mexicana será siempre el haber sido solo la comparsa efímera de un gran fenómeno político.
Quizás en futuras elecciones intenten brincar de nuevo a otro partido, buscando un nuevo efecto, un nuevo líder a quien adular y fotografiarse. Pero difícilmente lograrán repetir el engaño, porque la memoria popular, sarcástica y vengativa, jamás olvida a quien alguna vez la traicionó por un puñado de votos fáciles y unas cuantas fotos oportunas.
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P.D. Recordando a Antonio Gramsci que en los procesos de transformación: “Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer. En ese claroscuro surgen los monstruos”. Justamente esos chapulines y oportunistas, son los fantasmas que rondan en el interregno de nuestra democracia y así pasarán a la historia.