
Alonso Quijano
5 de agosto de 2025
Mientras miles de mexicanos sobreviven con sueldos mínimos y los principios de la austeridad republicana son repetidos como mantra en cada discurso oficial, Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, decidió darse un respiro en Tokio. En un comunicado publicado tras la polémica generada por las imágenes de su viaje, Andy López Beltrán aseguró que todo fue legal, privado y merecido.
El hijo del exmandatario explicó que notificó de su salida a Luisa María Alcalde, presidenta nacional de Morena, y que costeó el viaje con recursos propios. Señaló haber volado en aerolíneas comerciales con escala en Seattle y haberse hospedado en un hotel que costó “7 mil 500 pesos la noche, desayuno incluido”. Según él, ningún lujo, ni aviones oficiales, ni privilegios.
Sin embargo, el comunicado omitió algo fundamental: los comprobantes. No hubo facturas, ni evidencia de los pagos, ni una cifra global del costo total del viaje. Tampoco explicó cuál es su fuente de ingresos actual, ni cómo logra sostener un nivel de vida que para la mayoría de los mexicanos sigue siendo inalcanzable.
En lugar de ofrecer transparencia, López Beltrán optó por la retórica de siempre: responsabilizó a “adversarios conservadores” de una “campaña de linchamiento político cargada de odio y clasismo”, como si las críticas provinieran de la oligarquía y no de ciudadanos cansados de ver cómo se traicionan los principios de la llamada Cuarta Transformación.
En una vuelta de tuerca discursiva digna del obradorismo, Andy cerró su mensaje asegurando que su vida pública se inspira en el ejemplo de Claudia Sheinbaum y en los valores de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.
El problema, sin embargo, es que mientras dice eso desde Tokio, millones de mexicanos siguen esperando que esa frase se cumpla, al menos una vez, con hechos. Porque en la 4T, parece que la austeridad sí es primero… pero solo para los demás.