Los exgobernadores mueven el tablero político en Hidalgo



Jorge Montejo.

26 de agosto de 2025

El presidente municipal de San Agustín Tlaxiaca, Mario David Medina Hernández, publicó en redes sociales una fotografía acompañado del exgobernador Manuel Ángel Núñez Soto, destacando que fue “un verdadero honor” recibirlo para hablar sobre el crecimiento de su municipio. A simple vista, podría parecer un acto protocolario más, pero en realidad este gesto abre una ventana hacia lo que se perfila como un reacomodo de fuerzas opositoras en Hidalgo, donde Morena aún gobierna con la inercia del 2022, pero con síntomas claros de desgaste.

El detalle no es menor: Núñez Soto representa al viejo PRI que supo administrar con pragmatismo y cierta estabilidad económica, antes de que el partido se hundiera en su propia ambición y corrupción. Su aparición en la escena municipal, de la mano de Movimiento Ciudadano, sugiere que los exgobernadores hidalguenses han decidido dejar de ser espectadores para mover sus piezas en el tablero político, explorando la posibilidad de una alianza opositora rumbo a la elección de gobernador.

Porque si Morena ganó Hidalgo en la elección pasada, no fue por fuerza propia, sino por la traición del exgobernador Omar Fayad, quien entregó la plaza a cambio de impunidad personal y salvoconducto diplomático. La fractura del priismo hidalguense coincidió con el peor momento del tricolor a nivel nacional: el partido, ya en ruinas, quedó en manos de Alejandro “Alito” Moreno, convertido en su sepulturero oficial. Alito no solo fue incapaz de construir un proyecto opositor serio, sino que su aparente pacto con el gobierno federal lo convirtió en un cómplice funcional del lopezobradorismo, sacrificando las estructuras del PRI a cambio de mantener sus privilegios.

Hoy, Hidalgo vuelve a ser laboratorio político. Mientras Morena intenta conservar el control con un discurso de continuidad, la oposición tantea la posibilidad de un frente común. El acercamiento de Núñez Soto con un alcalde de MC envía un mensaje inequívoco: los viejos operadores priistas están dispuestos a negociar con nuevas siglas, siempre que eso implique derrotar al oficialismo y recuperar influencia. No sería la primera vez que un exgobernador actúe como bisagra para definir elecciones; la diferencia es que, ahora, los tiempos obligan a pensar más en la supervivencia política que en los colores partidistas.

El desgaste de Morena, los errores de gestión y la ausencia de cuadros sólidos en Hidalgo, gracias a la discriminación de las bases de morena y la entrega del poder a chapulines, pueden abrir la puerta a un pacto opositor que una a priistas, panistas huérfanos, morenistas desplazados y a un Movimiento Ciudadano que aspira a dejar de ser comparsa para jugar como actor decisivo. Lo ocurrido en San Agustín Tlaxiaca no es una anécdota: es una señal temprana de que el ajedrez electoral ya empezó y que los exgobernadores, con toda su experiencia y redes de poder, están moviendo las primeras fichas.

Por ello, más allá de las fotografías o de los guiños políticos, lo que se requiere es un gran pacto de unidad y civilidad entre Movimiento Ciudadano, PRD, PAN y quizá PRI, o ciertos priistas de peso, si de verdad quieren dar la batalla por Hidalgo y construir una oposición capaz de frenar el dominio de Morena en la próxima elección.