
25/08/25
En teoría constitucional, la revocación de mandato se concibe como un mecanismo de democracia directa mediante el cual la ciudadanía, a través de una consulta organizada por la autoridad electoral, decide si una persona electa debe concluir anticipadamente su encargo. La doctrina lo describe como un instrumento de control político que devuelve al pueblo la facultad de remover a sus gobernantes antes del término de su periodo, reforzando así el principio de soberanía popular.
Sin embargo, en la práctica mexicana reciente, este mecanismo se ha convertido más en una herramienta populista de legitimación propagandística que en un verdadero ejercicio de control ciudadano. La primera experiencia nacional en 2022 fue un ejemplo claro: la consulta, promovida desde el propio poder, buscó más refrendar al presidente en turno que evaluar críticamente su gestión.
Desde el punto de vista doctrinal, autores como Giovanni Sartori advierten que los mecanismos de democracia directa, cuando se desnaturalizan gracias al populismo, dejan de empoderar a los ciudadanos y se convierten en plebiscitos de aprobación del líder. En ese sentido, la revocación de mandato en México se ha ido vaciando de su sentido originario y transformándose en una herramienta política más, al servicio del discurso oficialista al poder ser manipulada por quienes tienen el dinero y el poder.
Por esa razón lo he dicho públicamente en este medio, y hoy lo reitero con claridad: nunca he estado a favor de la revocación de mandato. No lo estuve cuando se planteó a nivel federal, ni lo estoy ahora que algunos pretenden reproducirla en el ámbito estatal. Hidalgo no necesita simulaciones disfrazadas de democracia. Lo que necesita es un cambio verdadero.
El gobernador Menchaca, es amigo del suscriptor de este artículo, a quien reconozco y valoro ya de hace algunos años. Por eso mismo considero que, en ocasiones, la información que llega a sus oídos no refleja del todo la realidad. No somos sus adversarios ni actuamos en su contra; al contrario, compartimos el mismo compromiso con la gente sencilla, con quienes han sostenido las causas sociales de manera genuina y con aquellas bases ciudadanas que le brindaron respaldo desde el principio en busca de un cambio democrático en Hidalgo. La verdadera división no proviene de la crítica honesta, sino de aquellos filtros que, en su afán de controlar, generan ocurrencias y terminan alejando al gobierno de quienes le dieron confianza en las urnas.
En política, la congruencia se pone a prueba después del tercer año de gobierno. Es ahí donde terminan los compromisos y comienza la verdadera responsabilidad histórica. Y esa responsabilidad no es organizar consultas, sino voltear a ver a quienes han luchado por décadas sin pedir favores ni privilegios: los auténticos luchadores sociales, los que han apostado por la democracia y siempre han estado del lado del pueblo.
La lealtad no es de un solo lado. Es mejor apoyar al gobernador si el gobernador apoya también a la gente que alguna vez lo apoyó a él. Ese es el verdadero pacto social que debería guiar a cualquier gobierno: devolver al pueblo lo que el pueblo entregó con esperanza y confianza, así como cumplir lo prometido en campaña como plan de gobernanza, para eso fue electo por 6 años.
Hidalgo no necesita revocaciones, necesita transformaciones. No necesita plebiscitos legitimadores, sino justicia social real basada en un Estado Constitucional y Democrático de Derecho. Y no necesita enemigos inventados por ocurrentes, sino gobernantes que puedan pactar con sus aliados naturales: los ciudadanos que, sin títulos ni dinero, dieron fuerza a un proyecto que hoy debe demostrar que no fue solo un discurso populista, como sucede en los países y sociedades centroamericanas, hundidas en la pobreza.
Sin embargo, en la práctica mexicana reciente, este mecanismo se ha convertido más en una herramienta populista de legitimación propagandística que en un verdadero ejercicio de control ciudadano. La primera experiencia nacional en 2022 fue un ejemplo claro: la consulta, promovida desde el propio poder, buscó más refrendar al presidente en turno que evaluar críticamente su gestión.
Desde el punto de vista doctrinal, autores como Giovanni Sartori advierten que los mecanismos de democracia directa, cuando se desnaturalizan gracias al populismo, dejan de empoderar a los ciudadanos y se convierten en plebiscitos de aprobación del líder. En ese sentido, la revocación de mandato en México se ha ido vaciando de su sentido originario y transformándose en una herramienta política más, al servicio del discurso oficialista al poder ser manipulada por quienes tienen el dinero y el poder.
Por esa razón lo he dicho públicamente en este medio, y hoy lo reitero con claridad: nunca he estado a favor de la revocación de mandato. No lo estuve cuando se planteó a nivel federal, ni lo estoy ahora que algunos pretenden reproducirla en el ámbito estatal. Hidalgo no necesita simulaciones disfrazadas de democracia. Lo que necesita es un cambio verdadero.
El gobernador Menchaca, es amigo del suscriptor de este artículo, a quien reconozco y valoro ya de hace algunos años. Por eso mismo considero que, en ocasiones, la información que llega a sus oídos no refleja del todo la realidad. No somos sus adversarios ni actuamos en su contra; al contrario, compartimos el mismo compromiso con la gente sencilla, con quienes han sostenido las causas sociales de manera genuina y con aquellas bases ciudadanas que le brindaron respaldo desde el principio en busca de un cambio democrático en Hidalgo. La verdadera división no proviene de la crítica honesta, sino de aquellos filtros que, en su afán de controlar, generan ocurrencias y terminan alejando al gobierno de quienes le dieron confianza en las urnas.
En política, la congruencia se pone a prueba después del tercer año de gobierno. Es ahí donde terminan los compromisos y comienza la verdadera responsabilidad histórica. Y esa responsabilidad no es organizar consultas, sino voltear a ver a quienes han luchado por décadas sin pedir favores ni privilegios: los auténticos luchadores sociales, los que han apostado por la democracia y siempre han estado del lado del pueblo.
La lealtad no es de un solo lado. Es mejor apoyar al gobernador si el gobernador apoya también a la gente que alguna vez lo apoyó a él. Ese es el verdadero pacto social que debería guiar a cualquier gobierno: devolver al pueblo lo que el pueblo entregó con esperanza y confianza, así como cumplir lo prometido en campaña como plan de gobernanza, para eso fue electo por 6 años.
Hidalgo no necesita revocaciones, necesita transformaciones. No necesita plebiscitos legitimadores, sino justicia social real basada en un Estado Constitucional y Democrático de Derecho. Y no necesita enemigos inventados por ocurrentes, sino gobernantes que puedan pactar con sus aliados naturales: los ciudadanos que, sin títulos ni dinero, dieron fuerza a un proyecto que hoy debe demostrar que no fue solo un discurso populista, como sucede en los países y sociedades centroamericanas, hundidas en la pobreza.