
07/09/25
En teoría, Claudia Sheinbaum es la más poderosa mandataria desde Carlos Salinas de Gortari de 1994 en adelante, ningún presidente había gobernado con el apoyo irrestricto de los otros dos poderes de la Unión.
En teoría, la presidenta Claudia Sheinbaum cuenta con la entusiasta aprobación de una amplia mayoría de la ciudadanía, o al menos eso dicen muchas encuestas. En teoría, la presidenta Claudia Sheinbaum está respaldada por un partido político mayoritario y sólido, o eso dicen en Morena. Así que, en teoría, este primer informe debío ser un momento estelar para la presidenta, con un discurso luminoso, generoso y optimista; el discurso de quien ve al mañana con la certeza de que lo tiene todo, absolutamente todo, para hacer un gobierno realmente exitoso y diferente.
Pero en la práctica, no fue así. Lo que se escuchó el 1 de septiembre en palacio nacional no fue una pieza retórica que mira al futuro, sino un discurso fuertemente anclado en el pasado. La oradora no nos habló como una líder que nos traza una visión del porvenir y nos convoca a alcanzarla. Nos habló como la portavoz de un movimiento político rencoroso, que necesita recordarnos a cada paso los agravios del pasado para justificar los agravios del presente.
Sigiendo con el mismo discurso de su antecesor, nos habló como la encargada de un legado que no es de ella y de una agenda que no planteó ella. Nos habló también como una gerenta leal y disciplinada que está ejecutando paso a paso la misión que le fue encomendada por su antecesor en el cargo, a quien sigue llamando, por cierto, “presidente” cuando ya no lo es.
Lo que vimos y escuchamos durante más de una hora no fue un discurso inspirador. Tampoco fue un informe propiamente dicho, donde se presenta evidencia verificable sobre el actuar del gobierno para que la sociedad la revise, la discuta y llegue a sus propias conclusiones. Fue un ritual político donde se siguió al pie de la letra la liturgia populista del obradorismo, en guinda y negro.
“La transformación avanza”. “Ya no hay corrupción”. “Vamos bien y vamos a ir mejor”. “La mayor libertad de expresión de toda la historia”. “La estrategia de seguridad se dicta de manera soberana en México”. “Ya se resolvió 90% del desabasto de medicinas”.
La realidad, en esta retórica demagógica, no se llama realidad, se llama “malos augurios, mentiras y calumnias”.
La inseguridad va en retirada. La corrupción y el abuso de poder de los cercanos no existe, todo eso pertenece a la “larga noche neoliberal”.
Trump es mero ruido de fondo. Sus aranceles no nos afectan y su poder no tiene ninguna influencia en nuestra política de seguridad. Es un demonio menor, que se exorciza repitiendo incesantemente “cooperación sin subordinación”. Como si Trump entendiera de razones y lo peor es que la presidenta es endeble, gris, anodina…. En absoluto impone autoridad mucho menos inspira.
¿Tú lo crees?... Lo que se ve no se juzga.