El huracán borra el camino de Yareli para ir a la escuela.


La niña que camina 16 kilómetros diarios para  tomar clases vuelve a quedar aislada

Ricardo Montoya

Cada mañana, Yareli Ortiz, de apenas nueve años, se levantaba temprano, tomaba un poco de café con pan y, junto a su madre, emprendía un recorrido de 16 kilómetros por un sinuoso camino de terracería para llegar a la escuela del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) en la comunidad vecina de Xiopa.

En Rancho Nuevo no hay primaria. Por eso, desde hace años, la pequeña y su madre han enfrentado una rutina agotadora pero necesaria: caminar durante horas entre cerros, lodo y piedras para que Yareli no abandone sus estudios.

Hace apenas dos semanas, su historia conmovió a todo México. Tras un llamado de la activista y feminista Carolina Guerrero, se reunieron recursos para comprar una cuatrimoto que facilitaría los traslados diarios. Por primera vez, parecía que la distancia dejaría de ser un obstáculo para que Yareli siguiera soñando con ser astrónoma y conocer los planetas y las estrellas que tanto le fascinan.

La tormenta que borró el camino

La esperanza duró poco. La noche del jueves y la madrugada del viernes, el huracán Priscilla azotó la Sierra Gorda hidalguense con lluvias torrenciales. Toneladas de lodo y rocas se desprendieron de los cerros y sepultaron el camino que conecta Rancho Nuevo con Xiopa. En pocas horas, la ruta que Yareli recorría cada día desapareció bajo el peso de la montaña.

“El camino está prácticamente desaparecido; ni las motos pueden pasar”, relata su padre, Antonio Ortiz, por teléfono desde Escobedo, Querétaro, donde trabaja temporalmente como albañil.

Incomunicados

Los deslaves no solo bloquearon el paso, también derribaron postes de luz. Desde la madrugada del viernes no hay electricidad ni señal de internet en varias comunidades. Mercedes Rivera, madre de Yareli, tuvo que caminar por veredas peligrosas hasta Xiopa para poder cargar su celular y avisar que estaban bien.

“Gracias a Dios están bien, tanto ella como Yareli, aunque el agua entró a la casa”, cuenta Antonio.

Un vecino de Xiopa, dueño de una pequeña planta de luz, ha permitido que los pobladores recarguen sus celulares de manera solidaria. Es, por ahora, el único enlace con el exterior.

La ayuda que no llega

Las autoridades municipales anunciaron que llevarían víveres a Rancho Nuevo. Sin embargo, hasta el momento, la ayuda no ha llegado. “Como los caminos están bloqueados, los empleados de la presidencia se están trasladando a pie”, explica Antonio.

La Secretaría de Educación Pública de Hidalgo suspendió clases en 34 municipios por la contingencia, entre ellos Jacala. Pero el regreso a las aulas para Yareli se ve lejano. “Vamos a tener que esperar a que el camino quede reparado, y parece que eso tomará bastante tiempo”, lamenta su padre.

Esperanza entre montañas

Ante la lenta respuesta oficial, Carolina Guerrero instaló un centro de acopio para enviar alimentos a las comunidades aisladas por el desbordamiento del río Amajac, incluida Rancho Nuevo.

Mientras tanto, Yareli mira el cielo nocturno desde el patio de su casa. Entre estrellas y silencios, sueña con regresar a la escuela. Sueña con telescopios, con caminos transitables, con un futuro en el que las montañas no la separen de su derecho a aprender.