Cuba atraviesa una emergencia de salud pública marcada por la propagación simultánea de enfermedades virales transmitidas por mosquitos, en un contexto de deterioro del sistema sanitario y escasez de insumos básicos. En la vida cotidiana, los habitantes se refieren a esta amenaza simplemente como “el virus”, un temor constante que se suma a la falta de alimentos, medicinas y electricidad.
Los contagios presentan cuadros de fiebre elevada, erupciones cutáneas, vómitos, diarrea y fuertes dolores en las articulaciones. Muchas personas que han enfermado reportan secuelas prolongadas, mientras que quienes aún no se contagian viven con la incertidumbre ante la rápida expansión del brote.
Autoridades cubanas y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud confirmaron la circulación al mismo tiempo de dengue, chikungunya y oropouche. Además, especialistas del sistema epidemiológico reconocieron la presencia de otros virus respiratorios, incluida la covid.
La magnitud de la situación ha sido reflejada por testimonios difundidos desde distintas regiones del país. La periodista Yirmara Torres Hernández describió recientemente escenas en Matanzas donde las personas caminan encorvadas y con visibles signos de dolor, una imagen que se repite en otras zonas afectadas.
La expansión de estos virus ocurre en medio de un sistema de salud limitado por la escasez de medicamentos, dificultades para realizar diagnósticos y una percepción generalizada entre la población de que acudir a hospitales no garantiza atención adecuada, lo que ha incrementado la automedicación en los hogares.
Aunque las autoridades sanitarias reconocen 47 muertes asociadas a los arbovirus, expertos y activistas consideran que el número real podría ser mayor debido a posibles subregistros o a la atribución de los fallecimientos a otras causas. La crisis mantiene a la población en alerta ante una emergencia sanitaria que continúa extendiéndose en el país.
