Por Miguel
Ángel Serna Ortega
Investigador Histórico
Este
distinguido hidalguense nació en la ciudad de Tulancingo, Hidalgo, el 5 de
Junio de 1825, siendo sus padres don José Antonio Soto y la señora Guadalupe
Pastrana. La instrucción primaria la hizo al lado del pedagogo don Marciano
Lezama en el colegio particular que este tenía y al terminarla paso a la ciudad
de México e ingresó como interno al Seminario Conciliar, del que era el rector
el Lic. Sebastián Lerdo de Tejada. Allí cursó con aprovechamiento Latinidad,
Filosofía y Derecho Civil y Canónico.
Poco
después se separó del seminario por que se enfermo seriamente de reumatismo y
cuando se restableció ya había síntomas revolucionarios en contra del gobierno
establecido por sus desacertadas disposiciones, y el señor Soto abandonó los
estudios porque se propuso tomar parte
activa en la cosa pública, con objeto de desarrollar y poner en práctica sus
avanzadas ideas liberales.
Por eso
tiempo fueron confinados a Tulancingo, por el Dictador Santa Ana, los señores
Melchor Ocampo e Isidro Olvera, donde el señor Soto contrajo amistad con ellos y
privadamente trataban de las reformas que debían implantarse en el País, tales
como la exclaustración de los frailes y de las monjas, la desamortización de
los bienes del clero, el matrimonio civil, la libertad de cultos y otros
asuntos de trascendental importancia.
Después
del triunfo de la Revolución de Ayutla, se hicieron elecciones para diputados
al Congreso Constituyente y teniendo en cuenta los grandes servicios que el
señor Soto prestó a la causa de la libertad, la voluntad popular lo llevó a ocupar
un puesto en dicho Congreso figurando al lado de los más conspicuos
constituyentes.
Tomó
parte activa al discutirse la constitución de 57 y obtuvo un señalado triunfo
en la sesión del 11 de agosto de 1856, con el notable discurso que pronunció
relativo a la libertad de Enseñanza y que al fin quedó consignado en nuestra
Carta Fundamental.
También
fue Diputado en el III y IV Congresos Constitucionales y siempre figuró en las
filas del Partido Liberal, trabajando por la reforma, el progreso y la prosperidad
de la Nación, fue igualmente Magistrado de la Suprema Corte de Justicia,
permaneciendo en ese alto cuerpo hasta 1863 en que el Ejecutivo mandó
disolverlo por la aproximación de los invasores a San Luis Potosí, residencia
de los Poderes Nacionales.
El 21 de
Enero de 1861 tomó posesión del Gobierno del Estado de México, desplegando gran
actividad en el despacho de todos los asuntos pendientes. En poco tiempo
despachó más de 1,700 expedientes rezagados, debido a la prisión de sus
antecesores el general Felipe Berriozábal y en menos de ocho meses puso sobre
las armas más de 5,300 hombres que marcharon a la campaña contra el enemigo
extranjero.
El 24 de Marzo de 1861 derogó todas las leyes que
concedían tratamientos especiales a los funcionarios del estado, así como que
se diera el título de “Señor” al gobernador y que se había usado hasta entonces
en las comunicaciones oficiales, debiendo substituirse por el de “Ciudadano”,
que las comunicaciones debían redactarse en impersonal y que n o debía usarse
en ellas protesta de ninguna clase. También ordenó terminantemente a las
autoridades que por ningún motivo debían permitir que se les besase la mano
como abusivamente se acostumbraba en algunos lugares. Todas
estas disposiciones fueron ratificadas por el
Congreso del Estado de México, por los decretos de 10 de julio y de 19
de Agosto del mismo año.
En muchos
hechos de armas figuró; pero solo vamos a referirnos a la heroica defensa que
hizo de la plaza de Zacatlán, Pue., que lo coloca a una altura comparable sólo
a la de Guzmán el bueno frente a los muros de tarifa.
Defendían
dicha plaza, cuando fue batido por el sanguinario Cobos, con fuerzas muy
superiores en número. En vano éste intentó apoderarse de la plaza, pues fue
rechazado valientemente, y entonces para obligar al jefe de los defensores a
entregar la población, mandó aprehender al padre del señor Soto, que se
encontraba en la Hacienda de Napateco.
Una vez
lograda esto, el imperialista Cobos comunicó al heroico defensor de Zacatlán
que, o entregaba la plaza o su padre sería pasado por las armas. Poseído de
gran dolor y de inmensa indignación por el procedimiento que empleaba Cobos
para lograr lo que en buena lid no conseguía, contesto: “Como hijo, lloraré siempre la muerte de mi padre; pero como soldado de
la República, cumpliré con mi deber defendiendo hasta morir la plaza cuya
defensa ha confiado a mi honor el Supremo Gobierno de la Nación”.
Cobos se vio obligado a retirarse de Zacatlán al ver la actitud resuelta de su
defensor y si no llevó a acabo su amenaza, fue debido a que el señor Torres
Adalid, rescató al padre del señor Soto dando por él una fuerte cantidad de
dinero.
Este solo
hecho basta para que el Estado de Hidalgo, con Justicia, considere al señor
Manuel Fernando Soto como uno de sus mejores hijos. Era respetuoso aún para sus
mismos enemigos, a quienes cuando caían en su poder entregaba a las autoridades
correspondientes para ser juzgados, nunca se manchó con la sangre de los
vencidos.
Fue
Gobernador del Segundo Distrito Militar del Estado de México, hoy Estado de
Hidalgo y entonces organizó sus rentas logrando que ascendieran mensualmente a
$43,000.00 siendo así que antes llegaban sólo a $10,000.00 restableció la
seguridad pública, merced a su gran energía, colocó al frente de la
Administración Pública a ciudadanos honorables y patriotas.
Dio
pruebas de una gran honradez y para el caso citaremos el siguiente: En Pachuca,
llevó acabo algunos contratos para le exportación de metales que produjeron un
millón veintidós mil pesos, afines del año de 1860 y entonces no quiso pagarse
ni siquiera seis mil pesos que por sueldo se le debían.
Políticos de la capacidad y honestidad
del licenciado Manuel Fernando soto, necesita nuestra hermosa tierra mexicana.