JAIME NUNÓ ROCA


Por Miguel Ángel Serna Ortega
Investigador Histórico

Nació en San Juan de las Abadesas, España, en mil ochocientos veinticuatro y murió en Bay Side, Estados Unidos, en mil novecientos ocho. Fue compositor español recordado especialmente como el creador del himno nacional mexicano. Aunque ni nació ni falleció en México, el músico, compositor y director de orquesta Jaime Nunó permaneció en diversas ocasiones en dicho país y estuvo estrechamente vinculado a figuras políticas nacionales y episodios decisivos para el curso de la historia mexicana. 

En mil ochocientos cincuenta y cuatro, durante una de sus estancias en México ganó el concurso convocado para componer la música del Himno Nacional, cuya partitura se interpretó por primera vez el quince de septiembre de ese mismo año. La autoría de la música del Himno Nacional le convirtió en un prócer patrio de la historia mexicana, por lo que posteriormente, en mil novecientos cuarenta y dos, sus restos mortales fueron llevados a México y depositados en la Rotonda de los Hombres Ilustres, el monumental panteón nacional de Ciudad de México en el que se perpetúa la memoria de los hombres ilustres mexicanos, al tiempo que se les rinden honores póstumos.

Pero pocos años después del nacimiento de Jaime, El padre murió víctima de un accidente, lo que obligó a la madre a emigrar con el pequeño Jaime a la capital catalana, Barcelona. Magdalena Roca murió, sin embargo, poco después, cuando Jaime Nunó contaba apenas nueve años, víctima de una terrible epidemia de cólera que causó una elevadísima mortandad. Nunó fue adoptado por su tío Bernardo, un comerciante de telas de seda de Barcelona que inmediatamente empezó a fomentar las grandes aptitudes musicales de su sobrino. Los familiares de Nunó no tardaron pues en lograr que aquel pequeño, extraordinariamente dotado para la música, fuera admitido en la catedral de Barcelona para cantar en el coro, del que pronto se convirtió en un virtuoso solista. Nunó permaneció siete años en el coro de la catedral, donde, aparte de cantar, tocaba también el órgano. Cuando, definitivamente, le cambió la voz, recibió por sus prometedoras aptitudes una pensión para estudiar en Italia, donde asistió a clases de composición con el maestro Saverio Mercadante. Tras terminar su formación, regresó a Barcelona, decidido a ejercer su profesión, que prometía ser brillante: el joven Nunó había ya compuesto un gran número de piezas de baile, especialmente valses, así como arias y también misas.

Poco después de llegar a Cuba, Nunó trabó una especial amistad con Manuel Concha, gobernador y capitán general de Cuba. Fue allí también donde conoció al general mexicano Antonio López de Santa Anna, con quien habrían de unirle estrechos lazos de amistad. Fue también en 1853 cuando el gobierno de Santa Anna hizo una llamada a los poetas y compositores del país con objeto de escoger e instituir el himno nacional mexicano.

Miguel Lerdo de Tejada, oficial mayor del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, convocó pues un concurso para componer la música del Himno Nacional, cuya letra, seleccionada anteriormente, había sido escrita por el poeta Francisco González Bocanegra. La principal normativa que debía cumplirse para poder acceder al concurso era que las partituras tenían que ejecutarse siguiendo unas determinadas normas musicales y en un plazo máximo de sesenta días. Nunó escribió un himno vibrante, emotivo y triunfante que convenció definitivamente al jurado. El 12 de agosto de 1854 se dio a conocer oficialmente la pieza ganadora del certamen, que era la de Jaime Nunó. Como Nunó había firmado la partitura con sus iniciales, se le instó a que revelase su identidad.

Poco después, el quince de septiembre, se interpretó por primera vez la partitura, en el curso de una función especial organizada para conmemorar el aniversario de la independencia. El acto en el que se estrenó el Himno Nacional tuvo lugar en el teatro Santa Anna. Aquel día, el himno fue interpretado solemnemente por los cantantes italianos Claudina Florentini, soprano, y Lorenzo Salvi, tenor, que estuvieron acompañados por coros y orquesta de la Gran Compañía de Ópera Italiana, bajo la dirección del maestro Vitessiri.

Fue así como, en mil ochocientos sesenta y cuatro, Jaime Nunó pisó de nuevo suelo mexicano, después de largos años de ausencia. Tras esa larga gira profesional, Nunó fijó definitivamente su residencia en Estados Unidos y fundó una escuela de música en Buffalo, lugar donde años más tarde habría de sobrevenirle la muerte. Su dedicación a la enseñanza supuso otro cambio profundo en su variada trayectoria profesional, que se encauzó a partir de este momento hacia una vida más tranquila, aunque no exenta de triunfos y sorpresas.

Importa señalar que el himno de Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra, caído prácticamente en el olvido a lo largo de varias décadas, no volvió a interpretarse en público hasta mil novecientos uno, durante el porfiriato. Porfirio Díaz, que había oficializado el himno de Jaime Nunó, le invitó entonces a México para que recibiera el homenaje que aún no se le había ofrecido.

Nunó llegó a México el doce de septiembre de mil novecientos uno, donde, después de ser aclamado apoteósicamente y recibir clamorosos vítores y grandes homenajes, permaneció algunos meses, hasta el veintiuno de noviembre del mismo año. 

Esta no sería, sin embargo, la última vez que visitaría México. En mil novecientos cuatro, el octogenario Nunó fue invitado de nuevo por el gobierno mexicano con motivo de la celebración del cincuentenario del Himno Nacional, aunque en esta ocasión la estancia en México fue breve debido a su edad avanzada. Nunó pasó los últimos años de su vida junto a su hijo, llamado también Jaime, hasta que la muerte le sorprendió un dieciocho de julio de mil novecientos ocho. Su muerte fue el final de una trayectoria intensamente vivida y recompensada finalmente, en el ocaso, con los merecidos honores.

El pueblo natal de Jaime Nunó, convertido en la segunda mitad del siglo en un importante centro urbano de la comarca del Ripollés, región con un extraordinario pasado cultural y un magnífico patrimonio arquitectónico y legendario, quiso también rendirle un entrañable homenaje, dedicándole en mil novecientos sesenta y nueve, a iniciativa de Salvador Moreno y costeada por mexicanos y catalanes, una fuente y, posteriormente, transformando su casa natal en museo local, destinado a perpetuar su memoria.