GENERAL PEDRO MARIA ANAYA

Por Miguel Ángel Serna Ortega
Investigador Histórico

Nació en Huichapan, Hgo., el veinte de mayo de mil setecientos noventa y cuatro. En su tierra natal vivió parte de su niñez y juventud y ahí mismo cursó sus primeros estudios. Joven aún, participo en los últimos años de la Guerra de Independencia.

Siendo cadete, fue integrante de la expedición del Gral. Vicente Filisola, cuando éste luchó por la liberación de Guatemala del dominio español; y logró reunir al Congreso de dicho territorio en 1823, proclamando su independencia, en la hermana república de Guatemala. El General Pedro María Anaya también es un héroe en 1833 era ya General de Brigada.

Durante el gobierno del Gral. José Joaquín Herrera, fue secretario de guerra y marina; pero al llegar a la presidencia el ultra conservador Gral. Mariano Paredes Arrillaga (nombrado por una junta que él mismo convocó) en enero de 1846, separose del cargo inmediatamente, por estar en pleno desacuerdo con el funesto personaje y que posteriormente, por sus múltiples desaciertos, fue desterrado y murió ebrio y demente. 

Diputado y presidente de la república en 1847 fue electo al congreso federal.

El mismo año, suprimida ya la vice presidencia, el congreso concedió licencia al Gral. Antonio López de Santa Anna para ausentarse de la presidencia de la república, y fue nombrado como sustituto el Gral. Anaya para que tomara las riendas del país el 1º de abril de 1847, cuando nuestro territorio sufría ya la injusta invasión norteamericana. Al regresar el Gral. Santa Anna, asumió el poder el 21 de mayo del mismo año, por lo que el Gral. Anaya pasó a ocupar puestos de gran importancia en el ejército: fue jefe de varias columnas militares que, contra la invasión yanqui, defendía nuestro suelo patrio.

El 12 de noviembre del mismo 1847, nuevamente por elección del congreso, volvió a ocupar la presidencia de la república, recibiéndola de manos del Lic. Manuel de la Peña y Peña, y permaneciendo en la misma hasta el 7 de enero de 1848 en que nuevamente entrego el poder al mismo Lic. Peña y Peña.

Iniciador de una costumbre nacional. Cuando en 1847 se presentó ante el congreso nacional a rendir la protesta de ley como presidente de la república, lo hizo llevando en el pecho nuestra bandera tricolor y, ante el peligro que acosaba a nuestra patria, juró defenderla hasta la muerte, estableciendo desde entonces la costumbre que perdura hasta nuestros días de que, debido a su alta investidura, los presidentes de nuestra república lleven en el pecho los colores nacionales en actos propios de su primera magistratura.

Héroe de Churubusco.- fue el 20 de agosto de 1847. Los generales Anaya y Rincón tenía bajo su mando las tropas mexicanas que defendían el Convento de Churubusco que, débilmente fortificado, contaba solamente con cuatro cañones.

El ejército norteamericano, perfectamente armado, atacó reiteradamente y, cuando estaba por tomar el convento, la batalla llegó a ser cuerpo a cuerpo; siendo rechazado, pero a costa de grandes pérdidas. Nuevamente insistió el invasor, causando estragos a las tropas defensoras. El Gral. Anaya, herido pero firme, cubierto de polvo y pólvora, al presenciar la muerte de uno de sus artilleros, personalmente sirvió una pieza de artillería y continuó la lucha hasta que, agotado el parque, el ejército mexicano quedó indefenso ante la admiración de los invasores que presenciaban cómo no se admitía capitulación alguna.

Cuando al fin el gringo Gral. Twigs, acompañado de un pelotón yanqui llegó hasta donde se encontraba el Gral. Anaya, saludando marcialmente, pregunto por el parque, sin saber que por falta de él, los mexicanos estaban vencidos. El heroico defensor de Churubusco, herido y exhausto, con seguridad y firme voz, dignamente le contesto: “Si hubiera parque…. No estaría usted aquí”; y así, con esa frase que nuestra historia guarda orgullosamente, el general mexicano se agigantó ante la derrota, heredándonos un sublime ejemplo de valor, patriotismo y dignidad ante la adversidad.

El jefe del ejército invasor, sorprendido de tal actitud, lo hizo prisionero con todas las consideraciones a un valiente, dejándolo en libertad al firmarse posteriormente los tratados de Guadalupe.

Ocupando el puesto de Administrador de Correos y viviendo considerado como un héroe, murió en Atzcapotzalco, D. F. el 21 de marzo de 1854.

La patria le erigió un monumento en la calzada de Tlalpan de la Ciudad de México, que posteriormente se cambió al teatro de su mayor hazaña: el Convento de Churubusco.

Honor y gloria a este valiente defensor de la patria, orgullosamente Huichapense.