PARADOJAS DE LA DECADENCIA DEMOCRÁTICA


Por Jorge Montejo.

A seis meses de las elecciones en varios estados del país, México experimenta de lleno las contradicciones que marcan su problemático presente: de un lado, la continuidad de la descomposición del Estado, ejemplificada en la incapacidad para detener el despliegue formidable de poder del crimen organizado en diversas entidades federativas y; por el otro, los escándalos de corrupción que han evidenciado la podredumbre de la clase política mexicana.

México vive, todos los días, los efectos de la debilidad del Estado. El crimen organizado sigue creando severos problemas de seguridad en buena parte del país e interviniendo en la política. Esta situación deriva de una serie de fallas, después de años de esfuerzos institucionales y del gasto de cientos de millones de dólares, las instituciones encargadas de la seguridad nacional siguen sin credibilidad. El desperdicio de recursos y la falta de seriedad del gobierno en esta materia es verdaderamente criminal.

Por otro lado, los escándalos de corrupción como el de la Casa Blanca, el caso Moreira, así como la impunidad que se vive por los hechos ocurridos en Ayotzinapa, ponen en evidencia que el Estado mexicano solo actúa cuando a los políticos que controlan las instituciones les conviene, ya que el gobierno pudo re-capturar al Chapo en seis meses, pero en más de un año no ha podido encontrar a los culpables de la desaparición forzada de los normalistas de Iguala, desviando la atención en los medios de comunicación con la telenovela de la verdad histórica, la cual es irrelevante cuando no han aparecido los estudiantes ó siguen sin caer los verdaderos autores intelectuales de la masacre.

Todo esto sucede en pleno periodo electoral, aunado a la pérdida de prestigio de las instituciones electorales por la protección descarada que le han dado al Partido Verde y "la intrascendencia de algunos aspirantes a gobernador" en algunas entidades federativas, ha conducido a que el proceso electoral de 2016 sea de escasísimo interés, anticipando una gigantesca abstención y posiblemente la anulación del voto como estrategias de protesta de amplios sectores de las clases medias y populares, situación que paradójicamente, beneficiará al PRI, que usa los recursos del gobierno para mantener una amplia clientela.

Las grandes fracturas de legitimidad del régimen abren las puertas, a mediano plazo, o bien a una solución democrática, ya disponible en la figura de Andrés Manuel López Obrador, o a una solución autoritaria a través del propio gobierno, que ofrecerá resolver desde arriba los problemas nacionales con medidas drásticas. A menos que la sociedad civil se movilice de manera decisiva, se profundizará la decadencia conservadora y se abrirán las puertas a la restauración autoritaria.