LA GENERACIÓN PERDIDA DEL FÚTBOL


Por Diego Baca.

En octubre de 2005, en Lima, Perú, una de nuestras más brillantes generaciones de fútbol Sub 17 se corono como campeona mundial ante un temido Brasil. En aquel entonces todos los reflectores y las preguntas cayeron sobre esos muchachos. ¿Quiénes son?; ¿Dónde juegan?; ¿Cuál es su brillante futuro? Años más tarde su “brillante futuro” ha ido en debacle. Las sinceras expectativas que se tenían sobre ese grupo de chavos no se han cumplido del todo. Algunos contratos efímeros con equipos de media tabla en Europa, pocos minutos en primera, algunas chances en segunda que, a la postre, decantaron en una difuminada y nublosa carrera. La generación perdida ya la han bautizado algunos cronistas. 

No todo termina ahí. Años más tarde, el mundial sub 17 se celebró en México. De nuevo el cuadro local se perfilaba como uno de los favoritos para llevarse el título. Pasando por encima de rivales de talla mundial, en la ante Alemania, y a quince minutos de perder por la mínima diferencia, ocurrió de nuevo un milagro futbolístico. Pasajes que pasaron a la historia con un gol olímpico del muchacho de Tigres Espericueta y una dramática chilena (con vendaje en la cabeza y todo) del tuzo Julio Gómez. Todo se conjuntó para que México se catapultará a la final y en un Estadio Azteca repleto se volviera a coronar ante Uruguay. Otra vez las preguntas esperanzadas: ¿Quiénes son?; ¿Dónde juegan?; ¿Cuál es su brillante futuro?...

De nuevo el futuro se presenta difuso. Chavos que no saben controlar la fama o la fortuna. Demasiadas prestaciones, muchas libertades mal empleadas. ¿Dónde perdemos a estos chavos; a estas brillantes generaciones? Se nos van en el delirio de la grandeza, se van apagando porque no se acostumbran a entender que el trabajo duro es el único que al final dará recompensas. En lamentables noticias de hace semanas, nos enteramos de que Julio Gómez (Quien no logró debutar con Pachuca) formaba parte de un grupo de jóvenes del equipo de Tapachula que golpearon a un individuo, propinándole diversas heridas. 

De soñar con un mundial mayor, con algún intento de mejorar en lo deportivo y en lo humano, nos quedamos con falsas esperanzas y con mundialitos que no están sirviendo para nada.