POLÍTICOS, ESPECIE EN EXTINCIÓN.


Alianzas opositoras de chile, de dulce y de manteca, pero más de lo mismo.

Por Jorge Montejo.

El mundo ha cambiado. Pobre de aquel que no se dé cuenta. Hoy, los jóvenes lejos de creer que la política es un “rollo de sus padres” han comprendido que su voto es su mejor arma. Disparan a quemarropa contra una clase política desfasada y que se caracteriza por su comunión con la “sacrosanta misa de la corrupción”. Disparan para cambiar, no se quedan en casa, ni se refugian en las drogas o el alcohol. Disparan, queriendo derribarlos del gobierno.

Muchos creen que en México nada ha cambiado en los últimos años: el PRI sigue siendo el partido dominante y el Gobierno y sus aliados tienen mayoría. Sin embargo, todo cambió. No sólo porque los candidatos independientes  abrieron las puertas a otros para llegar a Los Pinos, sino porque la “canción del futuro” ya no está en manos de los partidos que han pasado, en América Latina, de tener el poder al estigma de la corrupción. Basta observar al Partido de los Trabajadores en Brasil, al Partido Revolucionario Institucional en México y al Partido Patriota de Guatemala.

En política, una cosa es aprovechar el descontento y otra es saber construir políticas de Estado. Los ejemplos de las fuerzas emergentes en España y los independientes en México sólo reflejan la formalización de un estado del desacuerdo, pero no garantizan que eso sirva para hacer política.

En nuestro país, lamentablemente la democracia partidista no existe, la oposición es una pieza más del tablero de ajedrez del PRI, los líderes opositores siempre han negociado las derrotas de sus partidos a cambio de posiciones políticas como candidaturas plurinominales, regidurias en los ayuntamientos., etc. ¿Por qué debemos creerles ahora cuando siguen siendo los mismos?

Los políticos, lo sepan o no, son una especie en extinción, no cuentan con la fe colectiva ni con el respeto de los ciudadanos, por eso es que se están refugiando en alianzas entre partidos  opositores para aprovecharse del descontento y hacer frente a las candidaturas independientes que amenazan con dejarlos sin chamba. 

Este fenómeno va creciendo, pero no con abstención o con voto nulo. Cualquier generación, cualquier país tiene derecho a la ilusión. Eso significa usar —como ya hizo Lenin— los instrumentos del sistema para acabar con el propio sistema. Ahora las posibilidades son otras y hacen mal quienes creen que todo está prejuzgado y que la condición humana al final vuelve a lo de siempre: tripas, sexo y abuso.

Por eso, la gran lección no es poner la atención en la composición de los actuales partidos o alianzas, sino saber reconocer que debemos construir un futuro ciudadano. No es un problema de 140 caracteres, sino de comprensión de los nuevos tiempos en los que hay otro factor: la gente ha decidido usar el sistema para acabar con el sistema. Por eso decide votar por una persona como tu y como yo, no por un político.