¿OSORIO O MEADE?


Por Jorge Montejo.

Todo indica que la partida de naipes por la candidatura presidencial del PRI esta conformada por un póker de ases: Osorio y Meade, quienes se perfilan como los aspirantes con más probabilidades de aparecer en la boleta electoral de 2018.

Independientemente de la apertura que autorizó el PRI hacia los ciudadanos simpatizantes, la designación del candidato para el 2018 vendrá al mero estilo tricolor: por dedazo presidencial. En esta ocasión, a diferencia de los últimos dos sexenios, el PRI tiene al que manda en Los Pinos, y él, con dos o tres más de su estrecha confianza, señalarán al afortunado.

Sin embargo, a casi un año de la elección, el presidente puede cambiar sus preferencias por diversos factores, ya que esa gran decisión no podrá tomarla por simple lealtad, capricho, estima o visión compartida, sino que tendrá que tomarla acotado, muy acotado por la inconformidad social y el crecimiento de López Obrador. 

Será una decisión cerrada por otros factores de poder internos y externos, así como por las posibilidades reales de triunfo de los aspirantes conforme se acerquen los plazos fatales, por el nivel de aceptación hacia el interior del partido que pueda tener el ungido y por la armonización de intereses que realice Jesús Murillo Karam, que para eso fue llamado por el presidente. 

El tema no es nada sencillo, cualquiera de los dos semifinalistas tiene credenciales suficientes para ser merecedor de la candidatura, pero ninguno representa una posibilidad de éxito seguro para el PRI, ya que la inconformidad social ha crecido tanto que también podría llegar a la final un candidato totalmente externo a todo, un verdadero ciudadano proveniente de la iniciativa privada. 

Diversos analistas consideran que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, perdió terreno, y que el de Hacienda se enfila a la candidatura; sin embargo, esa apreciación no es del todo acertada. Cada uno de ellos envía una distinta señal a la sociedad. Osorio y Meade son polos opuestos. Mientras que Osorio es el político priista tradicional, Meade tiene una formación netamente técnica y apartidista, además de que ha trabajado tanto con panistas como con priistas. 

La decisión más sencilla sería ungir a Osorio, la militancia estaría conforme y es el priista más avanzado en las encuestas. Sin embargo, ha quedado claro que el voto duro del PRI ya no es garantía de triunfo y menos ante una elección presidencial como la que se avecina, por lo que optar por alguien que convenza a los priistas, pero no a la sociedad en general, puede ser muy arriesgado. 

Caso contrario con Meade. Con él como candidato el PRI podría llegar a otros sectores de la sociedad con los que tradicionalmente no conecta, lo que sería excelente para el tricolor si de verdad quiere abrirse al siglo XXI; sin embargo, esto conlleva el riesgo de perder el apoyo de sus bases, de la militancia dura, la cual pudiera sentirse ofendida ante el poco o nulo arraigo partidista del candidato.

Sin embargo, todo dependerá de como se armonicen los intereses al interior y al exterior del PRI, Beltrones como negociador y Murillo como constructor jugarán un papel trascendental, ya que este partido ha demostrado que en la recta final los priístas son disciplinados y seguramente habrá unidad para el ungido del presidente Peña Nieto. 

En efecto, el triunfador entre Osorio y Meade, será el que logre "armonizar intereses distintos" en la sociedad y no el que busque dividir a través de la exclusión.