AMLO, INALCANZABLE EN LAS ENCUESTAS.


Por Álvaro López.
Director de la Plataforma 
El Cerebro Habla. 

Dicen los expertos de la autoayuda que el lenguaje corporal importa mucho más que lo que dicen las palabras. Algunos de ellos se atreven a establecer relaciones muy desproporcionadas dándole al lenguaje corporal un 90% y solo 10% a las palabras, pero a pesar de que puedan exagerar en esta relación lo que dicen no es del todo equívoco: la forma como se dicen las cosas importa mucho y puede modificar de forma determinante el impacto que las palabras tienen.

Tal vez por eso la apuesta de López Obrador sea esa. Tal vez le ayude su edad, pero hoy ya no vemos al tabasqueño rijoso que se enojaba y descalificaba a diestra y siniestra. En estas elecciones se presenta un candidato que ríe, que cada vez que lo meten en aprietos (cosa que ocurre, al menos por lo visto en la entrevista de Milenio, de forma constante) esboza una risa y es capaz de reírse de sí mismo. 

López Obrador dijo ayer cosas muy preocupantes como que desconfía profundamente de “eso que llaman sociedad civil”. Pero el efecto de sus palabras hubiera sido distinto si aquello lo hubiera pronunciado con ese talante duro que antes le conocíamos. Ahora AMLO ríe y, ante el acoso de los periodistas como Carlos Marín, suelta algún chistorete o una palabra graciosa. Marín, quien de todos los panelistas fue quien tuvo un comportamiento más confrontativo y quien más se balanceó sobre él, no le logró hacer ningún daño porque bastaba con alguna actitud simpática para sortear el embate. Quienes lo pusieron en predicamento fueron los otros, los que de forma más ecuánime hicieron las preguntas necesarias que AMLO no supo responder muy bien. 

Cada día que pasa AMLO se consolida más como puntero en las encuestas. La encuesta que El Financiero publica hoy le da casi 20 puntos de ventaja sobre el segundo lugar (en este caso José Antonio Meade, quien está en un empate técnico con Ricardo Anaya) y sigue subiendo. Al alcanzar los 40 puntos, López Obrador ya rompió el techo al que muchos lo habían condenado y del cual decían que ya no iba a poder subir y, por más tarde en consolidarse un segundo lugar que le pueda competir, menos amenazado se verá. Por eso es que está tan contento viendo desde muy arriba cómo se despedazan Anaya y Meade, se acusan de todo, se desgastan y manchan su imagen.



López Obrador también ha sabido jugar con la percepción de que “él ya va a ser presidente”, se comporta como tal y eso tiene un efecto en el electorado. Habla de su programa de gobierno, presenta a su gabinete como si ya casi todo fuera un hecho. Logra que la comentocracia hable de sus movimientos y los imagine con AMLO dentro del poder. Si propone a algún secretario, todos, para bien o para mal, hablan de ello. Eso no ocurre ni con José Antonio Meade ni con Ricardo Anaya. López Obrador es quien lleva la batuta, quien marca la pauta. Los otros dos se pelean entre ellos para ganarse el derecho de ver si “logran tocar a López Obrador”. Mientras, él sigue dirigiendo una orquesta que sigue su pauta compás a compás. 

Andrés Manuel también se ha vuelto inmune una la guerra sucia que, hasta la fecha, sólo ha servido para reforzar la postura de quienes nunca votarían por AMLO en su vida, aquellos que relacionan a AMLO con el comunismo o con Venezuela. Esto es muy importante de notar ya que será muy difícil una reedición del 2006 donde con base en spots le redujeron su ventaja. Ahora ya todos tienen una idea de AMLO que tal vez sea muy difícil de modificar, sobre todo cuando sus más fieles hacen contorsiones intelectuales para justificarlo y sus opositores pintan a México como el infierno en la tierra si fuera gobernado por él. Como dicen, el único que puede tumbar al Peje es el Peje, e incluso podría no alcanzarle. 

En la entrevista que tuvo con Milenio queda claro que darle el micrófono podría ser una buena idea si se aspira a hacerle algo de daño ya que muchas de sus propuestas no tienen sustento, son castillos en el aire, y tiene la convicción de que él tiene que hacerlo todo (por eso reniega de la sociedad civil y del fiscal independiente). Pero esto me obliga a regresar al principio, ya que el cambio de actitud le ayuda mucho para contrarrestar estos escenarios adversos. El López Obrador que ríe, que lanza chistoretes, el “abuelito buena onda” podrá nadar de muertito en los debates donde se encuentra en franca desventaja, sobre todo frente a personajes como Ricardo Anaya que presumen de una gran elocuencia. Así, puede aspirar, al menos, a conservar la ventaja que ya tiene, lo cual para él es más que suficiente. 

El PRI debería saber que Meade no tiene posibilidades contra López Obrador. Si bien, hay un sector profundamente anti AMLO, hay otro que es profundamente anti PRI (y parte de este puede ser parte de los dos al mismo tiempo) por lo cual le será muy difícil amalgamar el voto útil. Sólo Anaya podría aspirar a ello, pero la campaña en su contra ha menguado su crecimiento y lo deja atorado en una interminable batalla con José Antonio Meade. 

No hay nada definido, ciertamente. En una elección puede pasar cualquier cosa. Pero la ventaja que AMLO tiene es muy evidente, todo juega a su favor. Si López Obrador quiere (es decir, esto implica que siga las instrucciones de sus asesores y que no pierda la calma) estará en Los Pinos en diciembre de este año. Básicamente, él es el que tiene la batuta y él mismo definirá si gana las elecciones o no.