BOLSONARO Y EL ARRIBO DE LA ULTRADERECHA.


Por Álvaro López.
Director del Cerebro Habla.

Al mundo se le acabaron las narrativas.

Tal vez sea la primera vez en varios siglos de historia en que las grandes narrativas, esas que le daban sentido a la vida de los seres humanos y que les ayudaban a explicar el mundo del cual eran parte, brillan por su ausencia en Occidente.

Las dos narrativas más predominantes en nuestra región: las del cristianismo y el liberalismo, están cada vez más debilitadas; intentan sobrevivir ante esta vorágine que no solo se explica por los cambios políticos sino los económicos y los ideológicos que influyen en el tejido social, cambios que han dejado al mundo político, que sigue aferrado a una era industrial que ya no existe, completamente rebasado y que no ha hecho otra cosa más que improvisar sobre la marcha.

Bolsonaro es una reacción a este complejo problema. El resumen sencillo y superficial (aún así válido) es el fracaso del régimen socialista que derivó en una crisis económica, de inseguridad y de corrupción. El más complejo es uno donde la gente ya no tiene una narrativa a la cual aferrarse porque las que había han quedado rebasadas y porque en este mundo tal acelerado, donde todo avanza rápido, y donde el individuo ha aprendido a ser escéptico ante todo y ante cualquier cosa, ha sido casi imposible crear una nueva o ya siquiera modernizar las que todavía no acaban de morir.

Como dice Yuval Noah Harari, el individuo no interpreta el mundo a través de datos y hechos, sino a través de narrativas e historias. La religión le ha sido muy útil al individuo por mucho tiempo ya que lo simbólico le ha ayudado a interpretar al mundo. Cualquier persona sensata sabe que Jesús no convirtió de forma literal el agua en vino, pero sabemos que dichas historias guardan moralejas que le han servido a la gente para relacionarse con su entorno y para tener una estructura de valores éticos y morales. Luego vino el comunismo con su promesa de crear un mundo completamente justo e igualitario y, a su vez, el liberalismo creó una narrativa en torno a la libertad, el progreso y un futuro promisorio. Hoy no existe ninguna grande narrativa que le dé forma a la sociedad occidental. Lo que hay en su caso es una antinarrativa que mira con ojos escépticos cualquier cosa que parezca una narrativa: la desmenuza, la interpreta y la deconstruye, pero no forma nada nuevo con aquello que desmenuzó. Esa narrativa pareciera ser por sí sola una narrativa, pero a la vez no lo es porque carece de fondo más allá de su carácter crítico y escéptico.

La era posmoderna le dijo adiós al cristianismo, al liberalismo y al propio comunismo. Prometió la emancipación al individuo, la libertad de interpretar el mundo a su manera y bajo sus propias creencias sin necesidad de definirse como algo. 

Lo que hay ahora son más bien pequeñas narrativas muy concretas y que no son necesariamente universales. Ni siquiera los movimientos relacionados con la izquierda como el feminismo, los colectivos LGBT, los ecologistas o los animalistas forman parte de una narrativa más grande. Estos buscan deconstruir las grandes narrativas (o lo que queda de ellas) para resolver problemas muy concretos y relacionados con su causa. Las grandes religiones en Occidente, por su parte, dan paso a pequeñas iglesias (el propio Brasil es un claro ejemplo de ello) las sectas o al eclectisimo religioso sin ignorar el creciente agnosticismo y ateísmo.

Bolsonaro no es nada ajeno a los influjos posmodernos (y lo mismo se puede decir de Trump o Putin). El virtual Presidente de Brasil, a diferencia de los fascistas con los que se le compara (de forma un tanto exagerada creo yo). no propone ni defiende narrativa alguna. Su postura, por más autoritaria que sea, está desprovista de un contenido ideológico concreto. Es homofóbico, misógino, cree en la tortura y en el libre mercado, pero no narra nada en concreto, no hay sustancia alguna. Por esto es que, a pesar de su ultraconservadurismo en cuestiones sociales, muchos brasileños que están a favor de estas causas sociales de las que él se burla votaron por él. Pareciera que estas posturas conservadoras son más bien contingentes y no esenciales, por eso muchos decidieron pasarlas por alto porque, además, ven la economía y la seguridad como algo más prioritario porque tienden a ser soluciones más básicas. En realidad no hay más esencia que la resolución de problemas muy concretos que tienen que ver con la crisis económica, política y de seguridad que vive el país.

El surgimiento de personajes como Bolsonaro, Trump o López Obrador no son una salida al problema posmoderno, sino una exacerbación de éste. Al no existir narrativa alguna, no queda de otra que buscar soluciones pragmáticas e inmediatas. Por eso es que es muy difícil vaticinar como podría ser nuestro futuro (incluso el relativamente inmediato), porque vivimos en un mundo tan líquido, donde las innovaciones tecnológicas cambian día a día el entorno y las condiciones bajo las que nos movemos y donde amenazan hacerlo más con la tecnología artificial y el advenimiento de eso que llaman “la singularidad”. 

No sabemos siquiera si surgirá una nueva narrativa o más bien es que el dejarlas del lado sea una suerte de paso evolutivo de nuestra especie. El mundo actual, sobresaturado de información, es tan incierto, que no nos da siquiera un respiro para detenernos y terminar de analizar qué es lo que está pasando.

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El Cerebro Habla.