RIACHUELOS QUE ANUNCIAN UNA GRAN MAREA.


Por Roberto Longoni.

En su libro sobre la Comuna de París (ese pequeño gran suceso que en 1871 abrió la posibilidad de que el mundo, al fin, fuera totalmente distinto a como lo conocemos) KristinRoss asimila la fuerza rebelde de dicha comuna, a la de los riachuelos de las montañas. “Mientras que el río”, menciona, “recorre el profundo surco excavado por los millones de metros cúbicos que lo han precedido, el arroyuelo se abre su propio camino.”

Con esto Ross resalta lo relevante e imprevisible de un hecho que, aunque en apariencia pequeño, tiene resonancias y arrastres hasta el día de hoy. “Vivir de otro modo”, esa era la consigna que recorría las calles de París por aquellos días. Luchar por una survie, es decir, por una vida más allá de la vida, una vida digna. 

1871, 2018… 

En la división entre Guatemala y México miles de migrantes centroamericanos (jóvenes, mujeres, niñ@s…) tratan de cruzar la frontera. La policía ha recibido órdenes de no dejarlos pasar y ha puesto cercas y vayas para impedir que entren al país. El impulso de l@s migrantes es demasiado fuerte para ser contenido. De manera imprevisible miles de ellos rompen el cerco y empujan hacia su sueño, el sueño de una vida distinta, de una vida más allá de la vida, de una vida digna. 

Dejando atrás el flojo y predeterminado cauce de los ríos, los migrantes, convertidos en riachuelos, han desbordado los pálidos obstáculos policiacos y han vuelto a abrirse un camino propio. Esto, en tiempos tan complejos, en que la acumulación de capital y la explotación que genera desigualdad están íntimamente ligados con el racismo y la xenofobia, es, aunque contradictorio y tenso, una señal más de que en medio de tanta oscuridad, la luz de la dignidad aun alumbra, y tiene como cera que le alimenta a las personas más olvidadas y excluidas de este planeta. 

Aunque en apariencia insignificante, el paso de los migrantes va dejando un rastro. Huellas en la tierra que nos recuerdan aquello que siempre parece estar olvidado. Como los riachuelos, van jalando vida y sorteando obstáculos. Van dejando una pequeña red de respiraderos, señales de un mundo invisible pero latente en sus anhelos. 

Habrá que saber escuchar el mensaje que traen los riachuelos. No de la manera fascista, es decir, conmocionados, arraigados y atemorizados; sino de la manera amorosa, con el corazón atento y la firme disposición del diálogo y la escucha. Sólo así, quizás, al fin podamos escuchar la gran marea que se aproxima, la que anuncia que otro mundo donde tod@s quepamos no solo es posible, sino necesario.