Homeoffice, un salto a la precarización laboral.



Yara Villaseñor.

El anuncio del gobierno federal del regreso a la “nueva normalidad” tras dos meses de jornada de “sana distancia” plantea nuevos problemas para el mundo del trabajo. ¿Cómo podrán reanudarse las actividades no esenciales del conjunto de la economía y la vida sin exponer a la población, particularmente a las y los trabajadores, al contagio?

En México, a pesar de los dichos del gobierno, los índices de contagio se mantienen al alza. Lejos de “achatar la curva”, las 5 mil 666 defunciones y 54 mil 346 casos de covid-19 acumulados, demuestran que lejos de controlar la extensión de la pandemia, cuyo ritmo ahora es claramente diferenciado entre las diversas ciudades y metrópolis de la república. Además, gobiernos locales han planteado que no reanudarán actvidades el próximo 1 de junio a pesar de las declaraciones del gobierno federal, expresando un distanciamiento con la administración de AMLO.

Para el regreso a la “nueva normalidad”, la Secretaría de Salud ha anunciado decenas de medidas obligatorias para las empresas que pretendan reanudar labores. Sin embargo, tal como demuestras los cientos de casos de muertes por covid-19 en la industria maquiladora de estados fronterizos que se dieron porque las empresas continuaron produciendo, la ley en México es letra muerta cuando se trata de las vidas de la clase obrera, manteniendo en la impunidad los homicidios patronales.
También lo demuestra la muerte de "Huvy", estudiante y trabajador precarizado que murió devido a que las empresas pertenecientes a la cadena de Salinas Pliego no cerraron sus puertas. O los cientos de casos de personal de salud contagiado, que representa casi un 25% del total de casos, a pesar de que el gobierno se jacta de haber implementado medidas “eficaces que disminuyeron el riesgo de contagio en un 75% y evitaron la saturación del sistema de salud”.

En una entrevista para EconomíaHoy, Héctor Márquez Pitol, director del departamento de Relaciones Internacionales de Manpower una de las principales empresas de outsourcing del país, declaró que tras estudiar los mecanismos implementados en otros países para reactivar la economía, el HomeOffice destaca como medida para continuar labores de manera “segura”, desde casa.

Adecco Group y Randstad NV, también empresas de outsourcing, colaboraron con Manpower para identificar las mejores estrategias de las grandes empresas en Asia y Europa para sortear esta problemática, coincidiendo en que la pandemia demostró las ventajas del homeoffice frente a aquellas patronales que se veían dudosas de implementarlas.

Con un argumento que simula poner en primer plano la salud de millones de trabajadores y trabajadoras contratadas por outsourcing y cumplir con las responsabilidades que exige el gobierno en materia de salud, promueven el uso del Homeoffice para extenderse como práctica de trabajo y contratación. Todo a distancia remota, trabajando desde casa pero en una hiper flexibilización laboral, recortando las responsabilidades de las patronales frente a los y las trabajadoras.























Trabajo a destajo para pandemials, más ganancias para patronales

Nada dicen de las condiciones complejas que pueden enfrentarse en casa para trabajar, teniendo que cubrir por cuenta de quien trabaja los gastos de infraestructura, desde el internet y el equipo de cómputo, hasta un escritorio y espacio suficiente para realizar las labores.

No hablemos de la pérdida al derecho de gozar con una jornada de 8 horas, que casi no se respeta en ninguna empresa cuando los medios turnos duran 6 horas laborando 6 días, con descansos y turnos rolados. Ni de las horas extra, que no se pagarán como tal desde el home office que cuenta mecánicamente el tiempo de trabajo a partir de superar un mínimo establecido por la empresa (generalmente entre 4 y 6 horas según la duración del turno) y donde se paga por minuto de trabajo, con un mínimo sueldo base e incluso sin él.

Quedó atrás el derecho de gozar de un médico en el centro de trabajo frente a cualquier emergencia, y la posibilidad de construir relaciones sociales, amistosas y políticas entre el equipo de trabajo, cortando de tajo la posibilidad de cualquier iniciativa de organización por mejores derechos laborales.

En las grandes metrópolis, donde recorrer horas en el transporte es pan de cada día, puede sonar a gloria el trabajar desde casa, pero cuando las condiciones no son óptimas y se vive en zonas periféricas que no cuentan con servicios de agua potable, luz o se vive hacinado entre familiares y amigos para poder cubrir los altos costos de vivienda, el sueño se desvanece. Ni hablemos de las dificultades que enfrentarán quienes crían solas a sus hijes, o cargan con la jornada laboral y además con el trabajo reproductivo en los hogares.

Claramente es un mecanismo que no puede implementarse en todas las áreas productivas, como construcción, manufactura, automotriz y alimentos, pero allí donde sea posible -servicios, logística-, el homeoffice parece que llegó para quedarse y reemplazar la vida de “godinez” que millones de jóvenes enfrentan laborando en call centers y oficinas, como un nuevo episodio del capitalismo de las plataformas y el precariato.

Sin embargo, quienes hemos trabajado desde casa y enfrentamos la precariedad durante toda nuestra vida, principalmente jóvenes y mujeres acostumbrados a trabajos temporales, a la inestabilidad y a no gozar de ningún derecho, quienes no concemos los permisos por incapacidad, las vacaciones ni gozamos de seguridad social, sabemos que estas medidas solo empeorarán nuestras condiciones de trabajo, afectando incluso psicológicamente nuestras personas al no construir una barrera que separe el espacio de trabajo del de la vida cotidiana, privada y de dispersión.

Como explica Lucho Aguilar en esta nota, en el 2017, un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que 70 millones de jóvenes estaban desocupados y 3 de cada 4 tenían trabajos “informales”. 150 millones de menores de 25 años, aún con trabajo, vivían en la pobreza y eran 70% de la población migrante. Esta situación ha empeorado con la crisis y la pandemia, que ha aumentado por millones el número de personas en el desempleo y la pobreza.



El precariato de pie, con el puño en alto


Contra esta ofensiva del capital, que busca imponer peores condiciones de trabajo y maximizar sus ganancias precarizando nuestros empleos, hay que retomar el ejemplo de miles de precarios que en todo el mundo, desde el Estado Español, pasando por Brasil, Costa Rica y Argentina se organizan para arrancar todo derecho posible a los empresarios y los gobiernos a su servicio.

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Por eso, saludamos la Red de trabajadorxs precarixs y otros esfuerzos de coordinación y organización de trabajadores y trabajadoras de las plataformas y servicios, cuyo trabajo se ha demostrado esencial durante la pandemia, exponiendo también las crudas condiciones que enfrenta toda una generación de jóvenes a nivel mundial. Y nos sumamos al llamado de docentes precarizades de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México a construir un frente nacional contra la precarización y los despidos.
Sabemos que el capitalismo es el virus. Para acabarlo, es necesaria la más amplia unidad entre quienes laboran gozando de contratación colectiva y sindicalización, con quienes trabajan bajo outsourcing, subcontratación, en la informalidad y la población desocupada. Juntes podríamos convertirnos en un gran problema para los capitalistas y sus gobiernos, que quieren imponernos una “nueva normalidad” a costa de muertos y contagiados.

Porque nuestras vidas valen más que sus ganancias, exigimos la suspensión de toda actividad económica no esencial, la prohibición de los despidos, el pago íntegro de licencias laborales para quienes no puedan presentarse a laboral,y la implementación de todas las medidas sanitarias necesarias para evitar el riesgo de contagio de quienes tienen que seguir laborando en las áreas esenciales.

De la mano de estas medidas, hay que pelear por el reparto del trabajo existente entre todas las manos disponibles, reduciendo las jornadas y manteniendo salarios que cubran la canasta básica y lo necesario para vivir a partir del cobro de impuestos progresivos a las grandes fortunas y del cese del pago de la deuda externa.

Solo así podremos trabajar todes, trabajar menos y anteponer nuestras vidas a las fortunas indignantes de los grandes capitalistas. Hace falta darle vuelta a las prioridades para que esta vida merezca ser vivida.