El Teatro de los Sin Ideales Políticos.



Jorge Montejo.

En el surrealista escenario político de Hidalgo, la falta de ideales y principios en los partidos se revela una vez más con la renuncia de Adriana Flores al PRI para abrazar los brazos acogedores de Movimiento Ciudadano. Este emocionante juego de sillas musicales políticas confirma lo que muchos ya sospechaban: en Hidalgo, los políticos parecen carecer de brújula moral y solo buscan el poder y el dinero como su única guía.

La "movida estratégica" de Flores (representante del grupo político de Osorio Chong) simplemente se suma a la larga lista de cambios partidistas que han convertido la política hidalguense en un juego de traiciones y conveniencias personales. La lealtad a los colores partidistas es tan efímera como la promesa de un político en campaña electoral.

Nos encontramos ante un elenco de personajes políticos que cambian de bando con la misma facilidad con la que cambian de corbata. En este circo político hidalguense, la fidelidad a los principios parece tan extinta como la honestidad en un discurso político.

El término "Kakistocracia", que describe el gobierno de los peores, cobra vida en Hidalgo. La incapacidad de los políticos para mantenerse firmes en sus convicciones deja a la ciudadanía en la incómoda posición de presenciar un espectáculo donde el interés propio prevalece sobre cualquier compromiso con el bienestar común.

¿Qué es la coherencia política cuando puedes tener un cambio de partido con tu café matutino? En Hidalgo, los ideales y principios parecen ser artículos de lujo, reservados para ocasiones especiales o elecciones. Mientras tanto, la población asiste a un espectáculo donde la consistencia política es tan escasa como un político que cumple sus promesas.

En conclusión, en Hidalgo, la falta de ideales en los partidos políticos no es un secreto a voces, sino una realidad que se celebra con cada nuevo "fichaje". Mientras los políticos hidalguenses sigan siendo protagonistas de este teatro de sinvergüenzas, la ciudadanía seguirá respirando la irónica y agobiante atmósfera de una política desprovista de principios genuinos.