Hidalgo, donde el monopolio político se opone al desarrollo.



En el escenario político de Hidalgo, la ambición por el poder y el dinero se ha convertido en el principal motor de aspiraciones, diversos personajes tratan de brincar del PRIANRD a Morena para conservar sus privilegios obtenidos en los gloriosos tiempos del priismo.

Con la escasez de oportunidades de empleo e inversión privada en Hidalgo gracias al control político, muchos jóvenes han optado por el sueño de trabajar para el gobierno y “convertirse en político”, generando una dinámica donde la lambisconería se erige como la moneda de cambio para ascender en esa jerarquía que le brinda un status social imaginario a muchos hidalguenses.

De esta forma, los exgobernadores priistas de Hidalgo, construyeron un sistema para que las mismas familias de siempre fueran beneficiadas a través del capitalismo de cuates. Se apoderaron del gobierno para volverse millonarios al amparo del poder, a través de empresarios y prestanombres corruptos.

Este fenómeno, conocido como "Crony Capitalism" en universidades como Oxford, revela una red de políticos que utilizan sus conexiones y relaciones cercanas para enriquecerse a expensas del erario público. La autopista hacia la riqueza se convierte en una trama donde la falta de preparación (al estudiar en universidades politizadas que regalan sus títulos académicos a políticos) se compensa con lambisconería y oportunismo.

En esta tierra de contrastes, el poder político se entrelaza estrechamente con la economía, creando una élite que controla tanto los hilos del gobierno como los del desarrollo económico. Esta estrategia, que privilegia las conexiones políticas sobre la libre competencia, distorsiona el libre mercado y perjudica el desarrollo económico genuino, generando el estancamiento de Hidalgo.

A esto se le suma un Poder Judicial también politizado, donde es más importante detener a un político por cuestiones electorales que sentenciar a un violador. A esa vulgaridad denominada “Lawfare” no se le debe confundir con el activismo judicial, el cual siempre busca la defensa de los derechos humanos, a través de desiciones judiciales que generen un cambio en la sociedad.

Ante este panorama, se obtienen las respuestas del porque empresas como Tesla, BMW y Audi, decidieron no establecerse en Hidalgo, ya que la economía local se ve constreñida por empleos gubernamentales y proyectos con un sesgo político. La falta de un terreno de juego equitativo obstaculiza la inversión genuina y la diversificación económica, generando una dependencia insostenible y perpetuando la pobreza en la región.

Otro ejemplo del capitalismo de cuates lo encontramos en el intento de Uber por ingresar a Hidalgo, donde se encontró con una muralla construida por la negativa del gobierno. Esta resistencia no surge de preocupaciones legítimas sobre regulación, sino que revela la estrecha conexión entre los políticos y el negocio de los taxis en la región. La mayoría de las concesiones de taxi se encuentran en manos de políticos, quienes ven a Uber como una amenaza a su monopolio. Esta resistencia, lejos de proteger el interés público, sirve como ejemplo de cómo los políticos han tejido una red de intereses que obstaculiza la entrada de nuevas inversiones y perpetúa el estancamiento económico.

Lo más preocupante es la promoción del "aspiracionismo" político desde las altas esferas del gobierno. Esta narrativa, que sugiere que la política es el camino hacia el éxito financiero ilimitado, alimenta un círculo vicioso donde menos individuos buscan invertir y emprender, prefiriendo la política como vía para replicar el éxito a través de prácticas corruptas para quedar impunes.

Hidalgo enfrenta un desafío monumental: liberarse del yugo del "capitalismo de cuates". Esto requiere reformas institucionales sustanciales y, más crucialmente, un cambio cultural que fomente la transparencia, la rendición de cuentas y la equidad. Hasta que la economía hidalguense rompa las cadenas de la dependencia gubernamental y las prácticas corruptas, el desarrollo continuará obstaculizado en esta región.

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Fotografía de los exgobernadores priistas de Hidalgo, Francisco Olvera y Núñez Soto, durante el primer informe del gobernador morenista de Hidalgo, Julio Menchaca.