
Julio Gálvez
La gran promesa de la 4T era acabar con la mafia del poder. Y vaya que lo lograron… al menos en el discurso. Porque en los hechos, lo único que hicieron fue maquillar a los mismos de siempre con un nuevo color. El PRI murió… pero reencarnó en Morena, con los mismos personajes, los mismos vicios y la misma hambre de poder.
El pueblo, ilusionado con el cambio, cayó en la trampa perfecta: un discurso populista, cargado de mensajes contra el neoliberalismo y la corrupción, mientras en los sótanos del poder se cocinaba el reciclaje de las élites. Los que antes se enriquecían con el PRIAN ahora lo hacen con la 4T. Y lo peor: con el aplauso de millones que creen estar viviendo una revolución.
El caso de la CTM es un botón de muestra de este gatopardismo, donde todo cambia en la superficie para que nada cambie en el fondo. Durante 89 años, esta central sindical fue el pilar del PRI, garante del corporativismo y la manipulación obrera. Hoy, con un pragmatismo digno de estudio, se ha cambiado de bando… pero sin cambiar de juego. ¿El objetivo? Seguir saqueando al país desde el poder, ahora con la bendición de la 4T.
Y no es solo la CTM. La ola de chapulines que brincaron del PRI, PAN y PRD a Morena ha sido la más grande en la historia moderna del país. Gobernadores, senadores, diputados y hasta exgobernadores con historiales de corrupción ahora se visten de guinda y juran lealtad a la transformación. Los mismos que saquearon al país durante décadas ahora son “soldados del pueblo”.
Mientras tanto, el pueblo sigue entretenido con discursos rimbombantes sobre la soberanía, el anti-neoliberalismo y la lucha contra la corrupción. Pero detrás de esas palabras, la realidad es otra: las mismas élites siguen controlando el país, amasando fortunas y garantizando que, sin importar el color del gobierno, su poder y privilegios sigan intactos.
El PRIMOR no es un accidente, es la estrategia perfecta. Cambiar de discurso, cambiar de banderas, cambiar de colores… pero no cambiar de élites. Porque al final, en México, la política no es más que un teatro bien montado donde el pueblo paga el boleto y los mismos de siempre se quedan con la taquilla.