Morena y la implosión necesaria para recuperar la causa democrática



#Opinión | Julio Gálvez

AMLO sabía perfectamente lo que iba a pasar dentro de Morena una vez que dejara el poder. No es ingenuo ni ajeno a la realidad política del país. Sabía que el partido se llenaría de traidores, chapulines y oportunistas, aquellos que antes estaban en el PRI, PAN y PRD, y que ahora han encontrado en Morena su nuevo refugio. Lo que ocurre hoy no es un accidente, sino una consecuencia inevitable de abrir las puertas a quienes no tienen principios, solo ambiciones.

La llegada masiva de expriístas, como el caso de Julio Valera, confirma que Morena se ha convertido en un nido de oportunistas que solo buscan seguir viviendo del poder. Pero Valera no llegó solo; su nombramiento en la SEDATU demuestra el pacto de impunidad entre Omar Fayad y Ricardo Monreal, un acuerdo que permitió que Hidalgo cayera en manos de Morena, pero bajo condiciones muy claras: no tocar al grupo de poder que Fayad construyó y permitirle operar desde las sombras.

La entrega pactada con Monreal fue el salvavidas de Fayad para evitar la desaparición de poderes en Hidalgo, una medida que se había planteado en el Congreso de Hidalgo cuando el entonces gobernador invadió el Poder Legislativo, destruyendo el Estado de derecho y usando a jueces y fiscales como herramientas políticas. A cambio de que Morena no impulsara la desaparición de poderes, Fayad negoció la entrega de Hidalgo a Morena, pero no para fortalecer la Cuarta Transformación, sino para desmantelarla desde dentro.

Desde ese momento, Fayad y su operador, el perverso Simón Vargas, iniciaron la infiltración en Morena. Compraron legisladores, cooptaron estructuras y manipularon actores clave para asegurarse de que el control del movimiento en Hidalgo quedara en sus manos. Así comenzó un desfile interminable de chapulines que traicionaron a sus partidos de origen y llegaron a Morena sin ideología ni principios, solo con la intención de seguir viviendo del erario.

Las bases del movimiento resistieron el avasallamiento, pero su voz ha sido silenciada y sus esfuerzos minimizados por esta nueva casta de políticos reciclados. Sin embargo, este es el momento crucial para que las bases de Morena se unan y se hagan sentir, porque lo que está en juego no es solo el partido, sino el futuro de la democracia en el estado y en el país.

La implosión dentro de Morena es inevitable y necesaria. Si el partido no se limpia desde dentro, si las bases no retoman el control y expulsan a los traidores que hoy ocupan cargos estratégicos, Morena corre el riesgo de convertirse en lo que juró combatir: una maquinaria de poder sin principios, dominada por la corrupción y la impunidad.

AMLO sabía lo que iba a sucederle a Morena, solo que esa implosión se dará por medio de la revocación de mandato o en las siguientes elecciones, porque ahora la gente debe recuperar el rumbo de su democracia, a través del voto, no por medio de pactos.