#Opinión Política | Jorge Montejo
En las profundidades del entramado político hidalguense, donde las decisiones se cocinan entre susurros, acuerdos en lo oscurito y cafés caros servidos en salas de estar con aire acondicionado, se comenta —con insistente certeza— que el dirigente estatal de Morena, Marco Antonio Rico, sostuvo recientemente una reunión privada en la casa del expriísta Julio Valera Piedras. Lejos del ojo público, el encuentro habría sido para sellar un pacto político: abrir las puertas del partido guinda a un nuevo grupo de expriístas “rescatables”, encabezado por el propio Valera y su círculo cercano, quienes habrían prometido “sumar” a la Cuarta Transformación en Hidalgo con una maleta repleta de operadores electorales y viejos vicios.
Entre los nombres que se barajan para integrarse a Morena destacan viejos conocidos del priismo local como Alejandro Enciso (Pachuca), Martín Borbolla (Omitlán), Edgar Moreno (Zacualtipán), Alejandro Dionisio (Molango), Lolita de Villa de Tezontepec, Jesús Hernández (Zempoala), Mich Calderón (Mineral de la Reforma), Said Chávez Cobos (Tlauiltepa), Marcia (exdiputada por Meztitlán), Ericka Rodríguez (exdirigente estatal del PRI, de Actopan) y Lolo Isidoro Sánchez (San Felipe Orizatlán). Según fuentes al interior del gobierno estatal, Marco Rico los ve como “activos valiosos” que aportarán “estructura y presencia territorial”. Para otros, se trata simplemente del reciclaje de lo peor del pasado bajo el pretexto de “sumar”. En Morena Hidalgo, al parecer, la transformación sí es de cuarta… generación priísta.
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PD. Sin embargo, todo el mundo se está dando cuenta que estos personajes ídolos de morenistas no llenan ni un bocho.
