
#Opinión Política | Jorge Montejo
Gerardo Fernández Noroña aterrizó con su boleto de primera clase en Hidalgo, junto con su discurso de izquierda en ristre, pero apenas tocó suelo, le hicieron la barba y se olvidó de las bases, de los fundadores, y hasta del marxismo que tanto presume. En lugar de reunirse con quienes levantaron Morena cuando no era negocio, prefirió arroparse con lo más reciclado del priismo local. Ahí estaba él, sonriente y apapachador, legitimando a los mismos que antes llamaba “rateros neoliberales”, pero que ahora, mágicamente, son “compañeros de lucha”.
¿Será que por eso AMLO nunca lo consideró realmente para la candidatura presidencial? Porque mientras Noroña gritaba en la Cámara, el presidente quizá ya intuía que, a la hora buena, el diputado del pueblo se vendería al mejor postor… o al más influyente expriísta. El “pueblo bueno” parece que se le olvidó en la Ciudad de México, y ahora en Hidalgo, Noroña cambió la hoz y el martillo por abrazos a tricolores de clóset. Vaya “coherencia de izquierda”.