
Alonso Quijano
La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco, una obra que prometía convertir al país en un centro logístico de clase mundial, dejó tras de sí una estela de frustración, pérdidas millonarias y un parque que apenas llena el vacío simbólico de lo que alguna vez pudo ser. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) estimó que el costo de esa decisión fue de 331,996 millones de pesos.
En lugar de pistas, terminales de vanguardia y miles de empleos, hoy en Texcoco se alzan cuatro modestos edificios bajo el nombre de “Universidad del Bienestar”. Lejos de parecer un centro de educación superior digno de competir con instituciones como el Tec de Monterrey, la UNAM o la Ibero, las instalaciones recuerdan más a aulas rurales, improvisadas, sin la infraestructura necesaria para sostener un proyecto educativo de largo alcance.
La narrativa oficial habló de “rescatar el lago”, de devolverle vida al ecosistema. Pero no hay lago. No hay recuperación ambiental visible. Solo queda un terreno que, entre discursos de justicia social, parece condenar al país a perder oportunidades en nombre de símbolos vacíos.