
Alonso Quijano
23 de agosto de 2025
En lugar de atender los problemas urgentes de las ciudades, los políticos de Morena han decidido enfocar sus energías en recorrer calles y colonias para sumar afiliados, en una campaña permanente de auto-promoción. Mientras tanto, la realidad golpea a la ciudadanía: las calles llenas de baches, drenajes colapsados, hospitales sin medicinas y la falta de infraestructura básica siguen siendo el día a día de miles de familias que observan cómo las promesas de transformación se quedaron en el discurso.
Resulta irónico que muchos de esos legisladores, que presumen ser la “nueva política”, llevan más de una década en el cargo sin lograr una sola iniciativa trascendente que responda a las verdaderas necesidades sociales. Su permanencia en puestos de representación no obedece a resultados propios, sino al llamado “efecto AMLO”, un arrastre electoral que les abrió la puerta al poder sin que tuvieran que demostrar capacidad legislativa o vocación de servicio.
En lugar de legislar con seriedad, fiscalizar con rigor o gestionar soluciones para los problemas cotidianos de la población, prefieren invertir tiempo y recursos en la afiliación partidista, como si sumar militantes resolviera el colapso de drenajes o tapara los baches que inundan nuestras ciudades. La simulación se convierte en rutina y la política se reduce a propaganda.
El desgaste es evidente: ciudadanos cada vez más críticos que saben distinguir entre trabajo real y oportunismo político. Morena, que nació con la bandera de representar un cambio frente a los partidos tradicionales, corre el riesgo de convertirse en aquello que tanto criticó: una maquinaria electoral preocupada por sus números internos, incapaz de atender los rezagos que afectan directamente a la gente.
Lo que los ciudadanos esperan no son más afiliaciones, sino gobiernos que reparen calles, aseguren el abasto de medicinas, modernicen los servicios públicos y legislen para el bienestar real de la población. El problema es que esos políticos, cómodamente instalados en sus cargos, han olvidado que el poder es un medio para servir y no un fin para perpetuarse.